Este país está que arde, en todos los sentidos. Llevamos un montón de años viendo cómo las llamas terminan con el territorio y con las vidas de sus habitantes, sean personas, animales o plantas, y no somos capaces de encontrar solución a una tragedia que provoca la impotencia más cruel y el desamparo que está próximo al de una violación. Porque de lo que estamos hablando tiene vida y rostro propio, y las llamas no admiten voluntades.
Recuerdo la impotencia y la asfixia que supone intentar sofocar un incendio, porque en mi pueblo desgraciadamente ha sucedido en varias ocasiones. Ver el rostro a las llamas que no preguntan nunca por dónde pueden pasar es algo que además de quemaduras por el cuerpo te las deja en el alma...
Y es que, hablando con un buen amigo conocedor de temas medioambientales, las justificaciones del pasado por la parte que corresponde a los planes urbanísticos de turno o los intereses madereros han quedado atrás, gracias a la legislación y a la crisis (¡gracias a la crisis!). Entonces, ¿quién anda detrás de todo esto? Porque lo que dicen las estadísticas es que la inmensa mayoría de los incendios son intencionados. ¿Cuál es el perfil del incendiario?
Está claro que el fuego tiene un poder de atracción desbordante, que te atrapa y te absorbe como un abrazo. Recuerdo de crío el poder que ejercían las cerillas y la pólvora. Tanto mi hermano mayor como yo, en distintos momentos de la infancia, preparamos con cartuchos de caza 'cohetes' que en nuestro afán investigador llegaron a chamuscarnos la cara y la mano, al más puro estilo Mortadelo y Filemón, pero éramos críos y aprendimos a no jugar con fuego.
Este país está que arde porque con la que está cayendo de la mano de los gürtel, los espías, las encuestas de opinión acerca de la intención de voto y el déficit público, unido a los eternos coletazos del frenopático etarra, tenemos el horno bien candente para meter un lechazo. Tanta temperatura no sé qué hará de esta olla a presión que es España, este país que dicen de piel de toro que no veas cómo está bufando. Supongo que, como agosto está por medio, la sangre no llegue al río dado que el aparato de la burocracia está durmiendo esa larga siesta de un mes que de manera extraña se asemeja a la hibernación.
Recuerdo la impotencia y la asfixia que supone intentar sofocar un incendio, porque en mi pueblo desgraciadamente ha sucedido en varias ocasiones. Ver el rostro a las llamas que no preguntan nunca por dónde pueden pasar es algo que además de quemaduras por el cuerpo te las deja en el alma...
Y es que, hablando con un buen amigo conocedor de temas medioambientales, las justificaciones del pasado por la parte que corresponde a los planes urbanísticos de turno o los intereses madereros han quedado atrás, gracias a la legislación y a la crisis (¡gracias a la crisis!). Entonces, ¿quién anda detrás de todo esto? Porque lo que dicen las estadísticas es que la inmensa mayoría de los incendios son intencionados. ¿Cuál es el perfil del incendiario?
Está claro que el fuego tiene un poder de atracción desbordante, que te atrapa y te absorbe como un abrazo. Recuerdo de crío el poder que ejercían las cerillas y la pólvora. Tanto mi hermano mayor como yo, en distintos momentos de la infancia, preparamos con cartuchos de caza 'cohetes' que en nuestro afán investigador llegaron a chamuscarnos la cara y la mano, al más puro estilo Mortadelo y Filemón, pero éramos críos y aprendimos a no jugar con fuego.
Este país está que arde porque con la que está cayendo de la mano de los gürtel, los espías, las encuestas de opinión acerca de la intención de voto y el déficit público, unido a los eternos coletazos del frenopático etarra, tenemos el horno bien candente para meter un lechazo. Tanta temperatura no sé qué hará de esta olla a presión que es España, este país que dicen de piel de toro que no veas cómo está bufando. Supongo que, como agosto está por medio, la sangre no llegue al río dado que el aparato de la burocracia está durmiendo esa larga siesta de un mes que de manera extraña se asemeja a la hibernación.
Jesús Cifuentes - el norte de castilla-
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