A la sombra del tiempo, los que vamos haciéndonos mayores asistimos sin asistir a la progresión ascendente de cosas y situaciones que nos pueden parecer absurdas, que no incomprensibles, de la misma manera que les sucedió a nuestros padres con ciertas zonas de nuestros intereses, marcianos para ellos.
Esto es lo que me lleva a pensar el 'universo Hannah Montana', una megaestrella de 16 años fabricada por el mundo Disney que la revista Forbes ubica entre las 20 personas más poderosas por debajo de los 25 años, y que lleva camino de amasar una fortuna superior a los mil millones de euros como riqueza personal antes de cumplir los 18. El mundo Disney es desigual entre sus múltiples cenicientas.
El caso es que la tipa acaba de estrenar una película de mierda que como todo este tipo de tumores norteamericanos para 'tweens' está arrasando y continuando con el amasamiento de una fortuna ilimitada. No puedo imaginarme a esa chavala como persona. Parece que ha sido fabricada para cumplir ese papel recaudatorio y estupidizante en el entorno nada más y nada menos que el de nuestros hijos, de los que no podemos saber mucho más allá que los titulares de las movidas de este tipo en las que están abducidos si no te lo curras con bastante paciencia, y a pesar de todo, tener aún más paciencia en la larga espera a que toda esa bobería desaparezca de su imaginario, y regresen al mundo real en el que la barra de pan tiene un precio y no te la trae un criado que a su vez es descendiente de una larga saga de marajás de origen indobritánico.
Ha habido una larga saga de megaestrellas devoradas por su éxito y su riqueza, atrapadas por el infierno de las drogas y el desequilibrio psiquiátrico en el que sus depresiones poco conocían del origen real de las cosas básicas como la leche que sale de las tetas de una vaca, o el cariño que necesita un frutal para dar sus milagrosos frutos, o la existencia de lugares remotos que viven en el subdesarrollo, lejos de las playas de California y sus caprichos.
El problema está en la escasa guardia que los adultos, titulares a la postre de este castillo de arena, tenemos con las expectativas y la falsa promesa que venden a los chavales de un paraíso artificial a tres pesetas.
Jesús Cifuentes - El norte de Castilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario