Publicado en Público.es el 23 de noviembre de 2012
Las declaraciones del portavoz de la banca española (y antiguo
subgobernador del Banco de España, por cierto) con motivo de las normas
recién aprobadas por el gobierno sobre desahucios muestran que los
banqueros españoles están perdiendo ya los niveles mínimos de
responsabilidad, decencia y vergüenza.
Jueces y expertos y, por supuesto, las personas y familias afectadas,
han puesto de relieve que se trata de una reforma muy tímida y que de
ninguna manera va a evitar la inmensa mayoría de los desahucios tan
injustos e inhumanos que se vienen produciendo, además de ser muy
beneficiosa para la banca: los supuestos que contempla son muy
restrictivos y ni siquiera todos los de gran necesidad, no tiene
carácter retroactivo, solo se refiere a los expedientes promovidos por
la banca, y permite que se sigan acumulando intereses cuando se
suspendan temporalmente, lo que evita que los bancos pierdan dinero y
que tengan que cargar ahora con viviendas de difícil salida al mercado
en estos momentos. Pero, a pesar de ello, los banqueros dicen que es muy
negativa, que “pone en riesgo la buena cultura de pago que existe en
nuestro mercado hipotecario” porque puede hacer que la gente deje de
pagar caprichosamente las hipotecas, e incluso que se puede cerrar el
grifo del crédito se si aprueba.
Parece mentira que los españoles tengamos que oír esto de la banca,
como si fuésemos estúpidos. Si nuestros bancos y banqueros se jactan de
ser los mejores del mundo, ¿qué es lo que explica entonces que aquí
tenga que haber condiciones hipotecarias (y en general bancarias) más
asimétricas que en los demás países de nuestro entorno? ¿Por qué la
banca española no puede operar en las mismas condiciones que la
francesa, la alemana, la inglesa o la de Estados Unidos, si en esos
países compite en igualdad de condiciones con otros bancos? ¿Qué tipo de
razón financiera es la que justifica que aquí haya pervivido una
legislación casi decimonónica tan favorable a ellos? ¿Son razones
económicas, de eficiencia financiera y de mercado, o sencillamente que
los banqueros han tenido aquí más poder que en otros lugares y que se
han podido hacer fuertes en sus privilegios, entre otras cosas, porque
fueron el soporte principal de la dictadura fascista de Franco?
Si tuvieran vergüenza, los banqueros hablarían claro y dirían que si
se oponen a esta reforma es simplemente porque quieren seguir teniendo
los privilegios de siempre que les hacen estar entre los bancos con más
rentables del mundo sin ser los que mejor financian y tener un poder
político y social mucho mayor que en casi todos los demás países.
Y es igualmente desvergonzado que los banqueros aludan, aunque formalmente no utilicen esta expresión, al llamado riesgo moral
que en su opinión conlleva la reforma. Es decir, que afirmen que crea
un incentivo que puede permitir que los individuos trasladen su
responsabilidad hipotecaria a los bancos, convirtiéndose voluntariamente
en malos pagadores, como si la gente estuviera deseosa de perder sus
viviendas caprichosamente.
Parece mentira que sean los banqueros los que digan eso cuando son
precisamente los bancos los que deben el dinero que ha puesto a la
economía española a los pies de los caballos por su gestión avariciosa e
irresponsable y lo que ha provocado que tengamos que ser rescatados,
haciendo que el conjunto de los españoles tengamos que asumir su deuda
con los bancos extranjeros. Son los banqueros y no las familias ni los
pequeños y medianos empresarios los que se han aprovechado de la
información privilegiada que tienen para trasladar sus responsabilidad a
los demás, encareciendo artificialmente la financiación, haciéndola más
difícil de obtener, y provocando una rémora inmensa a la actividad
productiva en nuestro país.
El auténtico y más negativo riesgo moral que puede influir sobre
nuestra economía es el que está haciendo que los propietarios y
directivos de las entidades financieras que la han hundido, que han
volatilizado el dinero de sus clientes en operaciones especulativas muy
arriesgadas, que han estafado a miles de clientes y que les hacen pagar
comisiones y gastos muy por encima de los habituales en otros países de
alrededor, se vayan de rositas y no den cuenta ante la justicia de los
daños que han producido.
El mal ejemplo para millones de españoles es comprobar que los
banqueros que han cometido delitos son indultados graciosamente cuando
son condenados, y que esto último sea algo excepcional porque los
fiscales y los jueces raramente actúan contra ellos, como demuestran
tanto casos de crisis y quiebras bancarias que se han saldado con costes
enormes para los contribuyentes y aire fresco para quienes las han
provocado.
Lo que paraliza a la economía y destroza a las empresas que crean
riqueza es que los banqueros utilicen su poder para echar por alto la
imprescindible financiación de la actividad económica al convertir el
negocio bancario en el motor que alimenta las burbujas, la especulación,
la evasión fiscal, la fuga de capitales a los paraísos fiscales y los
negocios más sucios que existen. O que hoy día estén ganando miles de
millones generando más deuda para todos los españoles a base de recoger
dinero barato del Banco Central Europeo y de rentabilizarlo comprando
los bonos que luego le permiten ofrecer condiciones inmejorables a los
grandes poseedores de liquidez, y todo ello racionando la financiación
que necesitan urgentemente las empresas.
Y lo que es una barbaridad y nos lleva al desastre no es que se tomen
medidas de justicia elemental para proteger a los débiles frente a los
poderosos, como dicen los banqueros, sino que éstos utilicen su poder
para seguir tratando de imponer un modelo productivo caótico, depredador
e insostenible. El portavoz de la banca lo ha dicho claro: “hay que dar
más créditos y crear más casas”. Eso es lo que se le ocurre proponer a
los banqueros en un país en donde hay casi cinco millones de viviendas
vacías, urbanizaciones enteras sin utilizar consumiendo recursos
naturales y energía sin cesar, y la experiencia de una burbuja que ha
enriquecido a unos pocos pero que ha dejado desolada a nuestra economía
llevándose por delante la posibilidad de modernizarla y de situarla en
la vanguardia de las naciones. Tienen a miles de empresarios carentes de
financiación, reclamando crédito urgente y asequible para crear empleo y
riqueza y lo que quieren es destinar el dinero a mover otra vez cemento
y a dar pelotazos a base de corrupción y barbaridades urbanísticas.
Están locos y esto es la mejor prueba de que hay que combatir la
irresponsabilidad y la desastrosa gestión de los recursos que hacen
nuestros banqueros.
Si los españoles queremos de verdad salir de esta crisis provocada
por la banca no podemos seguir manteniendo el sistema financiero tal y
como lo están moldeando el anterior y el actual gobierno con las
reformas que han realizado. Hay que acabar con los privilegios y con el
poder político y mediático de los bancos si es que no queremos que los
banqueros acaben con la democracia. Es imprescindible disponer de una
banca pública, bien dirigida y estrictamente controlada, que no pueda
financiar sino a las empresas y consumidores que lo necesiten para hacer
que crezca la generación de riqueza y no las actividades especulativas.
Una banca firmemente asentada en principios éticos (y no, como quería
el gobierno en “buenas prácticas” de asunción voluntaria), y en un
compromiso radical con el desarrollo económico y social y con el
equilibrio medioambiental, lo que significa, sobre todo, que no se puede
dedicar, como hacen los bancos actuales, a financiar la corrupción,
modelos productivos insostenibles y la creación constante y artificial
de deuda.
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