Artículo publicado en EL PLURAL por Vicenç Navarro. 26 de diciembre de 2011.
Este artículo critica el
argumento de que los recortes de los derechos sociales y laborales de
los países de la Eurozona se necesiten para salvar el euro, tal como el
pensamiento neoliberal (dominante en las culturas políticas y mediáticas
dominantes en la Unión Europea) indica.
Existe una frase, “el euro está en
peligro”, que se reproduce constantemente en los medios de mayor
difusión, la mayoría de los cuales pertenecen a la sensibilidad
neoliberal. Esta frase, generada en los establishments financieros y
políticos de la Eurozona, señala que su moneda está en crisis y que, a
no ser que se implementen cambios profundos con los déficits y la deuda
pública de los Estados, reduciendo dramáticamente su gasto público y su
protección social, el euro desaparecerá. De ahí la llamada al arrebato
para apretarse el cinturón (sobre todo de las clases populares) y salvar
tal moneda. Bajo esta excusa se está reduciendo la protección social y
desmontando el Estado del Bienestar de los países de la Eurozona,
privatizándolo.
Tal movilización, sin embargo, tiene muy
poco que ver con el euro. En realidad, mírese como se mire, el euro ha
estado y continúa estando fuerte. Y algunas empresas exportadoras de la
Eurozona dirán, con razón, que está demasiado fuerte, dificultando las
exportaciones de sus productos. Basta con mirar la tasa de cambio del
euro con otras monedas. Mientras que el dólar, el yen y la libra
esterlina han ido bajando, el euro se ha mantenido. Durante el colapso
de Lehman Brothers el dólar bajó casi en picado, pero el euro se
mantuvo. Cualquier turista europeo puede dar testimonio de ello. EEUU se
convirtió para un europeo en un país más barato que la mayoría de
países de la Eurozona, y continúa siéndolo hoy.
Es cierto que el euro ha ido
devaluándose un poco, pero no tanto frente al dólar o a la libra
esterlina, sino frente a las otras monedas europeas, especialmente las
monedas de Suecia, Noruega y Suiza, así como la moneda de los países
emergentes como Brasil, China e India. Las reducciones de gasto público,
incluyendo del gasto público social, tienen, pues, poco que ver con el
valor del euro, a pesar de toda la avalancha ideológica neoliberal
enmascarada como rigor.
El valor del euro depende,
primordialmente, de un hecho que permanece casi oculto en los medios de
mayor difusión, y es el comportamiento del Banco Central Europeo (BCE)
que antepone el proyecto de controlar la inflación por encima de
cualquier otro objetivo. En realidad es su único objetivo, logrado a
costa de no realizar otra función que realizan otros bancos centrales:
estimular la economía. Es decir, el BCE para salvar al euro está, con su
comportamiento, destruyendo la economía de los países de la Eurozona,
condenándolos a una Gran Recesión y pronto a una Gran Depresión.
El BCE, aunque es el único banco central
que puede imprimir dinero en la Eurozona, imprime poco dinero,
manteniendo así la inflación baja. Para complicar todavía más la cosa,
mantiene unos intereses bancarios altos, dificultando además la
disponibilidad del crédito, con lo cual, la actividad económica se
reduce, el crecimiento económico se ralentiza, y aparece la recesión. En
otras palabras, para salvar al euro el BCE está destruyendo a las
economías de la Eurozona.
Detrás de esta frase “hay que salvar el
euro” hay, sin embargo, unos intereses muy concretos y específicos:
conseguir defender los intereses de la banca, y muy en especial de la
banca europea para la cual la eliminación de la inflación es su objetivo
único. Ello explica que estemos donde estamos, con una inflación baja y
con un desempleo enorme y una economía de recesión. Y todo, para
salvar, no tanto al euro, sino a la banca. A la banca, la recesión
actual le está yendo muy bien. Según Ronald Janssen, economista que
asesora a los sindicatos belgas, los beneficios bancarios en la zona
euro han crecido astronómicamente, alcanzando 50.000 millones de euros
en 2010, y 27 .000 millones en la primera mitad del presente año.
Todo ello a costa de un enorme
crecimiento de la pobreza en la mayoría de países de la Eurozona, y
notable descenso de la capacidad adquisitiva de la mayoría de la
población. Un tanto igual ha pasado en España. Es lógico, pues, que
según las últimas encuestas publicadas, nada menos que el 70% de la
población española cree que el euro ha sido más negativo que positivo
para España. Sería conveniente que se iniciara un debate en España sobre
si sería o no aconsejable para España continuar en el euro. Hay
argumentos a favor de continuar utilizando el euro como la moneda
española. Pero también hay costos, y algunos de ellos muy elevados (como
el desempleo entre los jóvenes de un 45%) que debieran entrar en esta
discusión. Y, sin embargo, no han aparecido en el debate voces que
subrayen estos costes, no porque no existan, sino porque los autores que
las sostienen no tienen espacio para poder presentarlas en los mayores
medios de información y persuasión. Así de incompleta es la democracia
española.
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