Yo, fantasma suburbial,
vagando por las ruinas
de otro recuerdo.
Tú, bailando sin parar,
fingiendo aún estar viva
entre los muertos.
Damnificados los dos
por la alegría
de quien quizá nos amó.
Quién nos lo iba a decir,
de las cenizas
aún nacería una flor.
Yo: «¿Cómo tú por aquí?
¡Cuánto tiempo sin verte!
Tomemos algo».
Tú: «Vine a buscarte a ti.
Es broma,
que pareces
algo asustado».
Y bajo el ruido industrial
hice repaso
de todo lo que perdí.
Tú y tu costumbre de hablar
de tus fracasos
y mostrar tu cicatriz.
Y tú parecías sonreír
a pesar de mi triste sumario.
Y el silencio apareció por fin
con mis dedos en tus labios.
Y ven.
No quiero ser el verso
que habita tus canciones de amor.
Cállate y baila.
Y hoy
aparca la tristeza.
Hoy tiene día libre el dolor.
Caiga quien caiga.
Y yo te seguí.
Tú, echabas a volar,
acercándote al sol
aunque yo ardiera.
Yo, agnóstico animal,
rogándole a tu dios
que no amanezca.
«¿Dónde podemos seguir?»,
me preguntaste
cuando cerraron el bar.
Y a ti te dio por decir:
«Si te apetece
yo te podría cantar».
Y te hablé del porvenir,
de cómo salvar al universo.
Y yo no paraba de reír,
te callaste con mi beso.
Y ven.
No quiero ser el verso
que habita tus canciones de amor.
Cállate y baila.
Hoy,
tú y yo somos eternos.
Mañana olvidaremos los dos
esta madrugada.
Y yo te seguí.
ISMAEL SERRANO
¡Maravillosa!
Anina.
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