"Cerca de la ciudad de Weimar, en la colina de Ettersberg, encontramos uno de los campos de concentración más grandes de todo el territorio alemán, Buchenwald.
Este enorme campo permaneció en funcionamiento desde 1937 hasta 1945,
momento en el que fue utilizado por las autoridades de ocupación
soviéticas para crear un campo de internación, el NKVD Campamento
Especial No.2.
En la época nazi el campo albergó hasta 250.000 personas, que venían
de diferentes puntos de Europa. De todos se estima que morirían unos
56.000 prisioneros, 11.000 de ellos judíos.
Cabe destacar que en este recinto se realizaron experimentos
horribles que mataron a muchos de los allí confinados. Entre estos
destaca la infección por tifus o la de la tuberculosis, con el fin de
probar vacunas. Además, uno de los doctores de las SS,
Carl Vaernet, comenzó una serie de brutales experimentos con los que
aseguraba podría “curar” a todos los prisioneros homosexuales.
El campo hoy ha sido convertido en un gran recordatorio. Un escenario
que intenta mantener con vida un horrible episodio de la historia del
hombre. Sin duda alguna una experiencia sobrecogedora.
Este complejo está completamente rodeado de bosque, y a día de hoy
conserva varios de los edificios originales. Aquellos que vieron los
horrores de una represión brutal. Destacan así la casa que funcionaba
como crematorio, lugar en el que podemos observar grandes montacargas
que funcionaban para subir los cadáveres hasta los hornos.
Dicen de estos cuerpo que antes de ser completamente carbonizados
pasaban un minucioso examen en el que se les extraían las piezas de oro
dentales, así como órganos que luego eran utilizados para esos inhumanos
experimentos.
Cabe destacar que aquí no había cámara de gas, esto es debido a que
el recinto no era un campo de concentración más en el que se buscaba la
exterminación. Aquí se pretendía usar a los prisioneros como cobayas
humanas para otros fines. Así, encontramos lugares como “el establo”, en
este lugar (decorado como una consulta médica) llegaban un tanto
desorientados los prisioneros, prisioneros que serían ejecutados.
Allí eran conducidos a un muro, se les decía en todo momento que era
un reconocimiento médico y que debían tomar sus medidas. Una vez el
preso se giraba le disparaban un tiro en la nuca.
Aun así, la mayoría de los muertos de este campo no lo hicieron por
los experimentos. Los trabajos forzados eran tan duros que muchos de
ellos morían simplemente por agotamiento; y es que aquí negarse a
trabajar ya significaba de por sí morir.
Un tipo de visita alternativa y necesaria. Necesaria para poder
recordar los crímenes que la despiadada naturaleza del hombre puede
llegar a cometer en ocasiones."
Miriam Martí
Jordi quería ver el campo de concentración y mi prima Eva, que vivió en Weimar una temporadina, nos dijo que la visita era estremecedora pero había que hacerla. Así que vinimos.
Tremendamente desagradable y triste. Te deja mal cuerpo. Ojalá no se vuelvan a repetir cosas así.
Anina.
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