Artículo publicado por Vicenç Navarro, 17 de julio de 2012
Este artículo critica el mal
llamado milagro alemán que está basado en unas situaciones de dominio
sobre su propio mundo del trabajo y sobre otros países de la Eurozona
que están en una situación muy difícil que les impide alcanzar el nivel
de competitividad de la economía alemana.
La canciller alemana Angela Merkel ha
indicado que el supuesto éxito del modelo alemán se debe a las políticas
de austeridad que el gobierno alemán realizó en la primera década de
este siglo, políticas iniciadas por el gobierno de coalición
socialdemócrata-verde, y continuadas por la coalición gobernante
cristianodemócrata-socialdemócrata, y más tarde por la coalición
cristianodemócrata-liberal. De ahí que la Sra. Angela Merkel y su
gobierno estén presionando para que todos los países de la Eurozona
hagan lo mismo.
El problema con esta postura es que
ignora u oculta varios hechos esenciales. Uno es que su éxito como país
exportador se debe a una situación de dominio sobre su propia clase
trabajadora y sobre otros países que bien podría definirse como
explotación. Puesto que este tipo de terminología raramente aparece en
los medios, siento la necesidad de explicar el significado de tal
término. A explota a B cuando A vive mejor a costa de B, que vive peor. A
y B pueden ser clases sociales o países. Pues bien, comencemos por
clases. El complejo exportador alemán ha basado su éxito (que ha
repercutido en una explosión de sus beneficios) en parte en que ha
evitado que la clase trabajadora alemana sea beneficiaria del incremento
de su productividad. Como bien ha dicho Mark Weisbrot, el Estado y el
mundo empresarial alemanes no han permitido un aumento de los salarios
paralelo al crecimiento de su productividad. La mayoría de este
crecimiento ha enriquecido las rentas del capital, y no las del trabajo.
En realidad, estas últimas, como porcentaje de todas las rentas, han
disminuido. Al capital le ha ido muy bien a costa de que al mundo del
trabajo no le haya ido tan bien como podría o debería haberle ido.
Veamos ahora explotación de nación.
Alemania es el centro de la Eurozona. Sus partners son los países de tal
unidad monetaria cuya competitividad es menor que la alemana, lo cual
favorece el crecimiento de las exportaciones alemanas a estos países.
Pero el hecho de que todos utilicen la misma moneda explica que a los
países con menor competitividad les es imposible ganar
competitividad porque no se les permite la devaluación de la moneda
(que conllevaría una reducción de costes de producción). Ello limita sus
posibilidades de poder ser más competitivos. Y una de las pocas maneras
posibles es bajando los salarios (como constantemente los autores
neoliberales insisten), bajada que tiene que ser muy acentuada para
alcanzar mayor competitividad como consecuencia que los salarios
alemanes son más bajos de lo que podrían y deberían ser, asegurándose
así diferencias de competitividad que favorecen únicamente a Alemania, a
costa de los demás. Así es como ocurre no sólo la explotación de clase,
sino también de nación. Es casi imposible que en esta situación los
países periféricos puedan alcanzar el nivel de competitividad alemana.
Es más, los Estados de tales países también tienen sus manos atadas porque no tienen un Banco Central que imprima dinero
y pueda proteger su deuda pública (como hace un Banco Central digno de
su nombre) de la especulación de los mercados financieros. No pueden,
por lo tanto, expandir su gasto y estimular la economía creándoseles un
problema grave, pues sus economías están en recesión (camino de
depresión en algunos países), disparándose el desempleo. Esta situación,
enormemente desfavorable a los países periféricos, se mantiene debido
al enorme dominio del establishment financiero alemán sobre el Banco
Central Europeo (BCE, que es un lobby de la banca alemana) y de la
Comisión Europea. Empeorando la situación, el BCE chantajea a los
Estados periféricos imponiéndoles la austeridad y las reformas laborales
que empeoran el desempleo.
Paradójicamente, sin embargo, en cuanto a
las reformas laborales que el BCE impone, no sigue el modelo alemán. En
realidad, el bajo desempleo alemán se debe, no a la facilidad que
tengan los empresarios en despedir a los trabajadores (medida promovida
por la Sra. Merkel, por la Comisión Europea, por el FMI, y por el BCE)
sino a la cogestión existente en los centros de trabajo, que en su
sistema de negociación colectiva impide la destrucción de puestos de
trabajo, repartiendo el trabajo (las horas trabajadas) en su lugar. El
BCE jamás ha presionado por esta medida de cogestión.
Una última observación. He indicado en
otros textos que la percepción generalizada de que el Estado alemán es
el que está ayudando a los países periféricos del euro no se corresponde
con la realidad. Esta ocurriendo al revés. Hoy existe un gran flujo de
capitales de estos últimos países a Alemania. Y la supuesta “ayuda” a la
banca española es, como bien indica Peter Böfinger en una entrevista en
Die Spiegel (Chatterjee, Pratap, Bailing Out Germany: The Story Behind
The European Financial Crisis), “esta ayuda no es a estos países, sino a
nuestros propios bancos, que tienen gran cantidad de la deuda privada
en aquellos países”. Tal señor es consejero económico de la Sra. Merkel.
Mientras, el Deutsche Bank y el Commerzbank, dos de los bancos alemanes
más importantes y que consiguieron magníficos beneficios prestando
dinero a la banca española, han tenido los mejores beneficios obtenidos
en los últimos cinco años.
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