Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario PÚBLICO, 26 de abril de 2012
Este artículo muestra que ha habido en la mayoría de países de América Latina, una ruptura con
el neoliberalismo, que no se ha dado todavía en la Unión Europea,
ruptura que ha beneficiado el bienestar y calidad de vida de las clases
populares. El artículo analiza la situación en Argentina, incluyendo la
ruptura de la paridad peso-dólar y la nacionalización de la industria
petrolífera, como muestra de ello.
El pensamiento neoliberal y la
aplicación de sus políticas han dañado durante muchos años el bienestar y
calidad de vida de las clases populares de los países de la Unión
Europea, incluyendo España. La desregulación de los mercados laborales y
de los mercados financieros, la privatización de los sectores claves de
la economía, la reducción del gasto público, incluyendo el gasto
público social, y la dilución de la protección social han sido las
constantes en las políticas promovidas en la Unión Europea por el Banco
Central Europeo, por la Comisión Europea, por el Consejo Europeo, y al
otro lado del Atlántico por el Fondo Monetario Internacional y por el
Banco Mundial. Tal pensamiento también dominó América Latina durante
muchos años cuando, país tras país, se vio la imposición de tales
políticas que causaron un gran malestar y agitación social entre sus
clases populares, lo cual explica las represiones que los gobiernos de
aquel continente tuvieron que realizar para imponerlas. El caso
de Chile bajo el General Pinochet fue el caso más extremo, pero no fue
el único. Toda una retahíla de gobiernos, algunos dictatoriales, otros
escasamente democráticos, de cariz autoritario, impusieron tales
políticas a un coste humano y económico elevadísimo. El Center for
Economic and Policy Research (CEPR) de Washington ha comparado
indicadores económicos y sociales de América Latina antes y después de
aquella época y la comparación es claramente negativa para la época
neoliberal (caracterizada por un menor protagonismo del Estado), y no
sólo en relación a su crecimiento económico, sino también en el
crecimiento del Estado del Bienestar y de la protección social. (ver
Navarro, V. Los “malos” gobiernos populistas latinoamericanos, 20 de
enero de 2012 en www.vnavarro.org).
Ahora bien, aunque
estas políticas neoliberales continúan siendo las dominantes en la Unión
Europea, no es así en América Latina donde, con la excepción de
Colombia (el país del mundo que tiene mayor número de asesinatos de
sindicalistas) y algún otro país, pocos, tales políticas han dejado de
dominar sus vidas económicas y sociales. Una de las primeras rupturas
con el neoliberalismo fue el gobierno de Argentina que, en 2001, rompió
la paridad que la moneda argentina tenía con el dólar. Aunque Argentina
tenía moneda propia, el peso, en la práctica la fijación de tal moneda
con el dólar estadounidense implicaba que no tenía potestad para cambiar
su valor, perdiendo con ello uno de los instrumentos más importantes
para estimular la economía, mediante la devaluación de la moneda. Tal
fijación peso-dólar había conducido a Argentina (durante el periodo
1998-2001) a tener la mayor recesión conocida en su historia. Fue en
aquel periodo, durante los gobiernos del neoliberal y corrupto Menem y
de Fernando de la Rúa, cuando el Ministro de Economía argentino indicó
con toda franqueza que el éxito de su política económica dependería más
del Ministerio del Interior (encargado de la Represión) que del de
Economía. Pero la ciudadanía no aguantó. El resultado fue que el
gobierno Argentino rompió la paridad de su moneda con el dólar,
desoyendo así la voz del Fondo Monetario Internacional, que había
condicionado su “ayuda” a tal fijación del peso argentino al dólar. Lo
que Argentina hizo sería comparable a que España dejara el euro.
Como era de esperar,
la reacción unánime del FMI, del Banco Mundial, de los establishments
europeos y del gobierno federal de EEUU, fue de condena, señalando que
tal medida sería un desastre para Argentina. La devaluación de la moneda
significaría, según tales establishments, que el valor de la deuda
pública argentina sería menor, pagándose a los acreedores menos de lo
que estos esperaban. De ahí que concluyeran que a Argentina le sería
imposible pedir dinero prestado de los mercados financieros, colapsando
con ello su economía. Pues bien, todos aquellos establishments erraron
en sus pronósticos. A partir de entonces, Argentina creció enormemente
(fue el país que creció más rápidamente en Latinoamérica), reduciendo la
pobreza, incluyendo la pobreza extrema y aumentando tres veces su gasto
público social durante el periodo 2001-2010. No sorprendentemente la
presidenta Cristina Fernández de Kirchner –odiada por los neoliberales-
fue reelegida en las últimas elecciones legislativas por un 54% de
votos.
La nacionalización de la compañía petrolera argentina
Pero este proceso de ruptura con el
neoliberalismo en Argentina ha continuado con la nacionalización de la
compañía petrolera YPF, la cual había sido privatizada durante el
periodo neoliberal del gobierno Menem, cuando Repsol, la compañía
petrolífera española, pasó a tener el 57% de sus acciones. Con tal
nacionalización, el gobierno argentino pasará a tener el 52%,
controlando tal compañía. Como era de esperar, el gobierno de España,
las élites que dirigen la Unión Europea y el FMI, los paladines del
neoliberalismo, han condenado tal medida, augurando un desastre para
Argentina. Una voz histriónica en este sentido ha sido predeciblemente
la del Sr. Xavier Sala i Martín, “Repsol és només el principi” (“Repsol
es sólo el principio”), La Vanguardia (23.04.12). El argumento que
utilizan es que Argentina no encontrará instituciones que le presten
dinero ni experiencia técnica para expandir la producción del petróleo
en aquel país. Lo mismo se dijo, por cierto, cuando el presidente Hugo
Chávez nacionalizó una serie de compañías extranjeras (cemento, acero y
otros sectores), incluyendo algunas de EEUU; y cuando el presidente
Morales de Bolivia nacionalizó las compañías del petróleo y producción
de gas, telecomunicaciones y electricidad; y cuando el presidente Rafael
Correa del Ecuador, nacionalizó las compañías de distribución del
plátano. Pues bien, ninguno de los vaticinios de desastre se ha
cumplido. Uno de los vaticinadores fue Moisés Naím, colaborador de El
País y que fue en su día miembro del equipo económico del presidente
Carlos Andrés Pérez, de Venezuela, que promovió el neoliberalismo en
aquel país, y que ahora concluye que tales medidas en Argentina llevarán
a la ruina del país (“Cristina, Petróleo y Psicoanálisis”, El País.
21.04.12). Según Moisés Naím, que considera Colombia como el modelo a
seguir para América Latina, la nacionalización caracteriza a los países
con economías mediocres. Una postura casi idéntica aparece en el citado
artículo de Sala i Martín. Moisés Naím y Sala i Martín, para llegar a
sus conclusiones, deliberadamente ignoran algunos hechos. La gran
mayoría de países productores de petróleo tienen empresas públicas (no
empresas privadas) que controlan la producción de tal material, Rusia,
Noruega, Venezuela, Méjico, Gran Bretaña y Arabia Saudí, entre otros,
tienen nacionalizadas sus compañías energéticas. En realidad, Argentina
era de las pocas excepciones. Referente a la intrínseca ineficacia que
Sala i Martín atribuye a las empresas nacionalizadas, baste ver el éxito
de Noruega, donde la empresa pública petrolífera ha garantizado el
nivel de vida y calidad de vida de aquel país.
En cuanto a la falta
de inversión extranjera, hay que atenuar, tal como acentúa Mark
Weisbrot, co-director del CEPR-este fetichismo acerca de la inversión
extranjera. Uno de los países con mayor crecimiento en el mundo del
subdesarrollo, Corea del Sur, lo hizo sin apenas tener inversión
extranjera. El otro hecho, ignorado por los economistas neoliberales, es
que la producción de petróleo en Argentina había bajado, creando un
grave problema del 2004 al 2011; la producción del petróleo descendió un
20% debido en parte a la escasa inversión por parte de Repsol.
Consecuencia de ello es que Argentina en 2011 tuvo que importar petróleo
por primera vez en su pasado reciente. De ahí que el gobierno Kirchner
decidiera cambiar la situación y tomar control de la compañía
petrolífera.
Una última
observación. El gobierno Rajoy está intentando movilizar los
sentimientos patrióticos acusando al gobierno argentino de atacar a
España. El error en este argumento es que la mayoría del capital de
Repsol no es español. En realidad, la única vez que fue español fue
cuando estaba nacionalizado. Fue cuando el gobierno del PP lo privatizó
cuando perdió su nacionalidad española. Intentar movilizarse para
defenderla es ignorar quién es hoy Repsol, una compañía (como Endesa,
otra empresa privatizada por el PP) que se caracteriza por su
insensibilidad hacia el usuario español. Como siempre hacen los
nacionalistas, el PP está manejando la bandera para defender, no los
intereses generales, sino los muy particulares En realidad, la nula
sensibilidad patriótica de Repsol se expresa en una de las empresas del
IBEX 35 que utiliza más los paraísos fiscales, a fin de evitar pagar
impuestos al Estado español, como bien ha señalado Juan Torres en su
artículo “¿Argentina es quién perjudica a España?” ¡De patriota, Repsol,
nada!
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