El artículo denuncia el silencio
sobre el pasado de figuras artísticas que colaboraron activamente con
el fascismo tanto en Europa como en España (tales como Gertrude Stein y
Salvador Dalí), marginando a la vez a artistas que en su arte y en su
vida expresaron su compromiso con las clases populares a las cuales
sirvieron (como Josep Subirats).
En los
últimos meses ha habido conmemoraciones de tres figuras relacionadas con
el arte pictórico que merecen especial atención por su significado
político, oculto e ignorado en dos de ellas. La primera es Gertrude
Stein, figura prominente en la vida artística europea, mecenas del mundo
cosmopolita artístico parisino. En estos días su nombre ha aparecido en
la prensa internacional a raíz de la exposición de las pinturas que
acumuló a lo largo de sus años en París (La aventura de los Stein en el
Grand Palais de París). Tal exposición se mostrará posteriormente en el
Metropolitan de Nueva York y en el Museo de Arte Moderno de San
Francisco, y no cabe duda de que pasará en algún momento por algún museo
español. Como es costumbre, la exposición va acompañada de libros y
artículos sobre Gertrude Stein.
Lo que el lector
no leerá en ninguno de estos documentos y artículos es quién era Stein y
cómo se posicionó durante el periodo histórico que le tocó vivir en
París. El silencio sobre ello se debe a que Gertrude Stein (procedente
de una de las familias judías más adineradas de EEUU) tenía claras
simpatías fascistas. Gran admiradora del general Pétain –jefe de Estado
de un Gobierno títere de la ocupación nazi–, tradujo al inglés y publicó
32 discursos de tal general, incluso aquellos en los que justificaba la
exclusión de los judíos de puestos de responsabilidad, alabando la
colaboración del régimen de Vichy con la dictadura nazi liderada por
Hitler (en 1944, a sólo 30 millas de donde vivía Gertrude Stein, 44
niños judíos fueron deportados a Auschwitz: todos ellos fueron
asesinados). En su admiración por el general Pétain, llegó a definirlo
como el “general Washington de Francia que restauraría en Francia los
valores occidentales”. Apoyó el golpe militar de Franco y defendió la
dictadura fascista que este estableció. Profundamente anticomunista,
justificó el rechazo al judaísmo europeo por lo que ella consideraba
simpatías comunistas. Detestaba al presidente Roosevelt y el New Deal,
el programa de intervención pública que expandió notablemente los
derechos sociales y laborales del pueblo estadounidense.
El otro caso
cuyo pasado fascista ha permanecido oculto es el de Salvador Dalí. Tal
personaje fue una de las voces que defendió a la dictadura fascista (que
en España se llama franquista) con mayor insistencia en los círculos
artísticos internacionales. Dalí mostró gran simpatía por la Falange, el
partido fascista, utilizando en su discurso la narrativa fascista, tal
como documenta Ian Gibson en su libro The Shameful Life of Salvador Dalí
(del cual extraigo la mayoría de datos). Su proximidad a la cúpula del
partido fascista era bien conocida y su servilismo y adulación hacia el
dictador alcanzó niveles nauseabundos. Se refirió a uno de los
dictadores más sangrientos conocidos en Europa (por cada asesinato que
perpetró Mussolini, Franco ordenó 10.000), el general Franco, como “el
político claridividente que impuso la verdad, la claridad y el orden en
el país en un momento de gran confusión y anarquía en el mundo”. Su
apoyo al fascismo se mantuvo hasta el final de la dictadura, y mostró su
máxima expresión en la defensa del dictador y de la dictadura frente a
la protesta nacional e internacional por la ejecución, el 27 se
septiembre de 1975, de cinco prisioneros políticos. En declaraciones a
la Agencia France-Press, indicó que “dos millones de españoles salieron a
la calle aplaudiendo al mayor héroe existente en España, el general
Franco, mostrando que todo el pueblo español está con él (…). Es una
persona maravillosa. Y su acto garantiza que la monarquía que le suceda
sea un éxito. En realidad se necesitan tres veces más ejecuciones de las
que han ocurrido”. Tales declaraciones ampliamente distribuidas en la
prensa internacional fueron determinantes para que se generara un gran
desprecio por su figura, pasando de ser un genio a un despreciable ser
humano. No así en Catalunya y en España, donde Dalí tiene un monumento
en la plaza mayor de Cadaqués, donde veranea la burguesía catalana, para
la cual Dalí continúa siendo el gran genio al cual se le dedican
incluso óperas en el Teatro del Liceo de Barcelona.
Este olvido del
pasado comienza a perderse. Lo cual me lleva a Josep Subirats, un pintor
extraordinario que ha permanecido olvidado por haber sido miembro
activo de la lucha popular en contra del golpe fascista. En otra
sociedad, con claro espíritu democrático, Dalí sería aborrecido y
Subirats sería un punto de referencia fundamental en la cultura
artística del país. El único de los tres personajes aquí citados que no
tiene un pasado a ocultar permanece oculto porque la burguesía continúa
dominando la cultura artística del país.
Subirats fue
desde su juventud un pintor dedicado a las clases populares con las
cuales se sintió identificado. Analizar sus pinturas es comprender y
estimar la enorme lucha del pueblo catalán y español en su lucha contra
el fascismo. Desde el póster de la UGT que animaba a los campesinos a
apoyar a la República, a la llamada de apoyo en Catalunya al pueblo
madrileño que estaba resistiendo al asedio fascista, pasando por los
dibujos de los campos de concentración donde estuvo preso, y la
descripción gráfica de las barracas donde vivían los trabajadores
después de la guerra. En todos ellos puede verse con gran belleza y
expresión la historia del pueblo catalán y español. La expresión visual
de un compromiso es lo que explica su represión y veto. Por fin, tras
años y años de silencio, su obra pictórica se mostró en el Museu
d’Història de Catalunya, del 4 de octubre al 20 de noviembre de 2011.
Sería de desear que se mostrara a lo largo de todo el territorio
español.
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