sábado, 24 de septiembre de 2011

DESPEDIDAS Y ENCUENTROS (ISMAEL SERRANO)

Adioses

Eran copos de nieve, estrellas amarillas,
pavesas arrastradas por los alientos agitados
de dioses tristes,
las ventanas alejándose,
el mar de pañuelos blancos,
las oraciones de despedida,
mi abuela persignándose en la puerta de su casa
al vernos partir de vuelta a nuestro hogar.

Todo nos decía adiós,
nos íbamos como un ejército cansado
que tras poner claveles en cada cañón,
tras abrazar al último habitante
mientras el viejo himno sonaba,
soñaba con pisar la tierra
que aún se escondía en el fondo del bolsillo
y en las gargantas heridas de tanto llanto.
Fuimos felices y aunque el mundo se agrietó,
escupiendo la lava que ha de devorar
escuelas y hospitales,
dejando para la historia
las estatuas de madres protegiendo a sus hijos,
como en aquella ciudad sepultada,
nos atrevimos a idear días mejores,
nuevos amaneceres.
No rebelamos ante tanta somnolencia
y a lo lejos, en mitad de una plaza,
un tornado giraba como la risa de un niño,
como el polen que llora la copa de un árbol
agitando los estambres y las almas.

Y adoré tu rostro,
dulce, ferozmente,
porque apareces en todos los planes,
porque todo en ti
encuentra una razón.
Volved pronto, parece decir la ciudad
que, tímida, se levanta
cubriendo de escarcha nuestras frentes
y la serpiente que duerme
en la carretera camino del aeropuerto,
con sus escamas rojas y amarillas,
con su cartel de libre apagado,
nos mira marchar y descubre su cabeza.

Vuelvan pronto,
parece decir el niño que saca la lengua
en el coche de al lado,
el río agitado, el mate listo,
las calles de Palermo,
y los libros de Soriano.

Volveremos.
Al fin y al cabo, hermosa ciudad,
eres la luz perenne de los faros,
la costumbre de dormir al lado izquierdo,
la cábala al salir al escenario,
la duda de estar vivo si ella falta,
ventana hacia el futuro,
camino nunca andado.

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