Es increíble cómo en casa se hace oídos sordos a un movimiento ciudadano que ya se ha inscrito por sus propios medios en las páginas de la historia, que ha generado el apoyo de miles de ciudadanos que con sus acampadas en las principales plazas de las ciudades del estado, ha hecho sonrojarse a la clase política y a sus artimañas de autocomplacencia para seguirse perpetuando en la dirección de esta sartén de aceite hirviendo que se ha convertido el país.
"Somos los indignados, los anónimos, los sin voz. Estábamos en silencio pero a la escucha, observando. No para mirar hacia arriba, donde están los que llevan las riendas del mundo, sino a los lados, donde estamos todas y todos, buscando el momento de unirnos". Así comienza el llamamiento del movimiento 15-M para "tomar las calles", durante una movilización global, el próximo 19 de junio. "Si los problemas son globales, la revolución será global o no será"
Y es que creo que no se puede seguir perpetuando vivir de espaldas a esta realidad, que ha sido portada de la mayor parte de los periódicos internacionales, y que ha encontrado la solidaridad en los rincones más peregrinos del planeta.
De la misma manera que se incendió la mecha de las protestas en lo que se ha dado en llamar la “ola de cambio en el mundo árabe”, el movimiento pacífico de los indignados que ha surgido de un lugar tan emblemático como La Puerta del Sol, no va a cejar en su empeño aunque se hayan retirado ya la mayoría de las acampadas, y de hecho se mantienen los cimientos de las movilizaciones, que se han ido extendiendo en forma asamblearia a los barrios de las ciudades. De hecho, el último eco de lo que desde Sol se ha propagado ha sucedido en China que está siendo sacudida por una espiral de protestas sociales originadas por el hartazgo de una población indignada por la explotación laboral, la marginación social o la corrupción oficial.
Miles de trabajadores inmigrantes llevan tres días seguidos protestando violentamente en las calles de la región de Zengcheng como respuesta al maltrato que sufrió una joven de 20 años embarazada, procedente de la provincia de Sichuan, a manos de varios guardias de seguridad. La chica, que instaló su puesto ambulante delante de un supermercado fue brutalmente apaleada a pesar de su estado por parte de los guardas de seguridad contratados por el gobierno local. Es prácticamente lo mismo que pasó en Túnez, donde la inmolación de un vendedor ambulante de 26 años para protestar contra la policía, que lo golpeó y le arrebató su mercancía, fue el detonante de la explosión social que, en apenas un mes, precipitó la caída del hombre fuerte que durante 23 años había dirigido el país más apacible de la región.
Va a haber que comprar audífonos para la clase política, en vez de trajes.
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