Nuestra lengua tiene en su haber incontables modismos que tienen un origen de dudosa equidad, como le sucede a nuestra propia cultura española. El peso de nuestro pasado acuñó expresiones ofensivas para un buen grupo de colectivos (árabes, negros, gitanos…) dado que el pasado “esplendoroso” de este mermado imperio hacía uso de estos grupos humanos como puras cabezas de ganado o seres despreciables. Ha sido una situación común por todos los países de occidente, y mucho más por los que han ejercido el yugo colonialista en ese “pasado imperial”.
Es por ello que no resulte tan extraño, que al día de hoy lo que ocultan esas viejas expresiones o modismos del tipo “esto es una merienda de negros”, oculten en realidad prácticas y pareceres que están mucho más vigentes de lo que nos podemos creer en nuestra cultura “civilizada”, porque nuestro mundo opulento, sacudido hoy por la crisis, antepone el “sálvese quien pueda” mucho antes de estar dispuesto a soltar un euro o tender una mano humanitaria, dado su tradicional condición de depredador.
Así las cosas, no es de extrañar lo que ha sucedido el pasado mes de Marzo en el mediterráneo, cuando barcos militares europeos y de la OTAN dejaron morir en el mar de hambre y sed a 61 inmigrantes cuando la embarcación con la que pretendían llegar a la isla italiana de Lampedusa desde Libia quedó a la deriva por el mar. El que ha hecho saltar la liebre ha sido el padre Moses Zerai, sacerdote eritreo que vive en Roma y dirige la ONG Habeshia, que fue el primero que supo que el barco con los 72 inmigrantes estaba con problemas por una llamada desde el barco a través de un teléfono por satélite que llevaban en la embarcación. Desde ese momento del 26 del pasado marzo, comenzó una interminable lista de llamadas a la guardia costera italiana y a la base de la OTAN en Nápoles. La respuesta recibida desde el otro lado del teléfono siempre fue positiva, “vamos ya mismo a por ellos”, pero la realidad de las circunstancias ha sido que un helicóptero de nacionalidad desconocida sobrevoló la embarcación lanzando botellas de agua y galletas, diciendo que volverían a rescatarlos, y que estuvieron también en la visual de un portaaviones que por allí circulaba. De la investigación llevada a cabo por The Guardian se deduce que uno de los barcos que habría hecho caso omiso a la llamada de los inmigrantes fue el portaaviones francés Charles de Gaulle que, una vez estudiadas las fechas, se encontraba en la misma zona que la barcaza a la deriva.
Ya ven pues cual es el origen y el contenido de lo que hay tras “una merienda de negros”: que los blancos se los comen.
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