No dejamos de traer niños al mundo sin cesar. Dicen en internet que son unos 180 por minuto. Imaginen esta colección de llantos repletos de esperanzas, azares improbables según la suerte de donde se aterriza en el mundo, vectores con direcciones ocultas pertenecientes a fórmulas desconocidas para el conocimiento humano, corazones latiendo a la vez con avidez por sobrevivir…..Entre todo ese montón de gente que no paran de saludar a la vida desde la más pura indefensión estuvimos nosotros, los que hoy somos los que están leyendo esto, los que están a punto de morir, o los que están haciendo el amor fabricando más gente queriendo o sin querer.
El asombroso mundo de lo pasajero cobra la vida muy cara en el rostro por definir de toda esta colección de bebés de suerte desigual, y así las cosas, esa pregunta sin respuesta de lo que dejamos tras de nosotros tiene un pronóstico jodido a pesar del amor que se pueda dedicar a alentar y alimentar esa nueva vida que amanece.
El otro día dicen en la prensa que se dejaron olvidado a un bebé de 20 meses en una guardería de Ciudad Real toda la tarde durante seis horas en las que se quedó solo, según explican los responsables, debido a “un problema de descoordinación entre las cuidadoras del turno de tarde”. No sé muy bien qué metafísica puede haber oculta en este tipo de descoordinaciones, no busco que rueden cabezas. La experiencia personal que tengo al respecto con mis hijos carece de tales “descoordinaciones”, pero asusta pensar en que este tipo de explicaciones tan livianas justifique que un crío de 20 meses se pase la tarde solo encerrado, tal cual lo llevaron en su carrito a la guardería, sin que nadie lo alimente, lo cambie o le dé de beber.
Pero claro. Esto que me escandaliza podría ser considerado un exceso de pijismo si hablando en términos globales sacamos las cuentas de todos los países que se alimentan del hambre, en los que ya solo la existencia de guarderías se me antoja tan posible como la honestidad de un político, por mucho que la defienda.
Al otro extremo de la pobreza, y un poco más cerca de Ciudad Real, pero todavía bien lejos, está el caso superlativamente ostentoreo de Lady Gaga, megaestrella adocenante de la chavalería, que a sus 25 años de edad va a llevar a su madre de gira para que vigile que no se agarre un pedo del siete a base de whisky y se estampane ante la prensa rosa.
Entre tanto, el mundo absurdo de los adultos cotiza imparablemente en bolsa, regodeándose en falsas elecciones democráticas del mismo cuento chino, mientras los japoneses hacen vertidos incontrolados de agua radiactiva al mar, ese líquido amniótico que sustenta a toda la madre tierra. ¡Qué miedo!
Jesus H. Cifuentes - el norte de castilla-
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