Bueno señores. Aquí estamos de nuevo en esa línea divisoria del tiempo que nos produce tanta marejada en los pordentros del ánimo. Y todo por ponerle medida a los días, que al fin y al cabo se suceden uno tras otro sin preguntar a nadie, de la misma manera que la tierra entera se sucede de región en región, de país en país y de mar a mar. Pero bueno. Es de suponer que necesitamos saber dónde empiezan y acaban los ciclos de nuestra existencia para no sentir que navegamos por un mar continuo e infinitamente plano.
Y es así cómo al llegar caminando al extremo de este abismo en el que se termina el 10 para dar paso al 11, los humanos gustamos de hacer balance y análisis de lo que dejamos atrás. Es tiempo de resúmenes y rescate de los titulares destacados del año, dominado todo por la omnipresencia de la victoria española en el mundial de fútbol sobre cualquier otro evento sucedido en la gran “pelota” terráquea.
Lo cierto es que convendrán conmigo en que llegado al final del abismo del 2010 , salvo la victoria española en esa absurda carrera tras el balón que tantos placeres oculta, el cúmulo de desastres que acarreamos gracias a la omnipresente “crisis” económica global, nos pone en el trampolín oscuro de una huída hacia delante sin saber muy bien hacia dónde. Porque mirando a nuestro alrededor, paseando por el entorno más cercano, las expectativas de empleo y desarrollo ponen un montón de caras de amigos y conocidos que ya están paseando por la cuerda floja en que el salto al 2011 puede encaminarse directamente al vacío.
Ya podemos ir desempolvando las líneas de solidaridad más estrechas que nos queden para ponerle entre todos una red de salvamento a ese abismo que se acerca, y reconvertirlo en una pradera de hermandad que respete el lugar que cada uno de nosotros tenemos en esta aventura, del tipo donde comen dos comen tres.
Pero lo apasionante de la vida como siempre, es que a la vuelta de la esquina nos podemos encontrar con la sorpresa del cambio, de la nueva expectativa aún por descubrir, de lo insólito de una nueva canción que estaba escondida bajo las mantas de nuestra indolencia, tan acostumbrada al calorcito fácil que se obtiene de apretar un botón.
Tenemos que redescubrir los nuevos resortes de las relaciones humanas por los que esta angustia amplificada por los titulares de los tabloides y por el egocentrismo absoluto de la economía y el consumo levante la venda que nos ha mantenido ciegos tanto tiempo. Llega la hora de cambiar, y no estoy hablando de ir al gimnasio, dejar de fumar o aprender inglés. Es el momento de plantearse de verdad agarrar al toro por los cuernos. Feliz año, parroquia. Y a fumar a la calle.
Jesus H. Cifuentes
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