Latas de conserva, aerosoles, lavadoras, coches... Todos estos envases y productos, de uso frecuente entre los consumidores, tienen algo en común: están fabricados en acero. Su correcto reciclaje reduce el uso de energía y materias primas y la emisión de los gases implicados en el cambio climático. Además del ahorro económico, el medio ambiente también lo agradece. Cada vez se aprovechan más este tipo de residuos, pero todavía se pueden alcanzar mayores tasas de reciclaje. Los consumidores son esenciales para lograrlo.
El correcto reciclaje del acero tiene una enorme importancia ecológica y económica. No en vano es el metal más utilizado en el mundo en sectores tan diversos como la construcción, los electrodomésticos o la automoción. Por su parte, la hojalata es una lámina de acero que se recubre de una capa muy fina de algún metal con propiedades anticorrosivas. El estaño se emplea a menudo en los envases alimentarios, mientras que el zinc se reserva para automóviles o electrodomésticos y el aluminio, para piscinas o depósitos catalíticos.
El empleo de acero reciclado en su proceso de fabricación disminuye el consumo de energía en un 70% y evita la extracción y transporte de nuevas materias primas (hierro y carbón). Por cada tonelada de acero usado que se recicla, se ahorra una tonelada y media de mineral de hierro y unos 500 kilogramos del carbón que se emplea para hacer el coke siderúrgico, el combustible utilizado en la fabricación de este metal. El uso del agua, otro bien natural cada vez más escaso, se reduce en un 40%.
Las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el gas de efecto invernadero involucrado en el cambio climático, disminuyen también si se aprovecha este metal usado: por cada envase de acero reciclado se ahorra una vez y media su peso en CO2.
Por ello, la práctica del reciclaje de acero ha aumentado en los últimos años. En el caso de los envases elaborados con este material, en Europa se reciclaron en 2008 una media del 70%. Según datos de APEAL (Asociación de Productores Europeos de Acero para Envases), se superó la tasa de otros materiales para envases como plástico, cartón o vidrio. Se reciclaron más de 2,5 millones de toneladas de latas y otros envases de acero para alimentos y bebidas, una cantidad que evitó las emisiones de CO2 equivalentes a 3,9 millones de toneladas.
Por países, Bélgica y Alemania, con una tasa del 93% y del 89%, respectivamente, son las regiones que más reciclaron en Europa en 2008. En el otro extremo se situaron Polonia y Eslovenia, con el 21%. España se halla entre los países que más acero para envases recicla, por encima de la media, con el 77%.
Las plantas siderúrgicas son cada vez más conscientes de esta situación. No podrían continuar su ritmo de producción si no contaran con la posibilidad de aprovechar la chatarra férrica. Sus responsables disponen en sus propias instalaciones de sistemas de reciclaje para transformar estos desechos. La industria invierte en investigación y desarrollo (I+D) para mejorar el sistema de producción y las prestaciones de sus productos, así como para reducir su impacto ambiental. Desde 1982, el espesor mínimo de la pared del envase de acero ha disminuido en un 1% cada año, según la Asociación Ecológica para el Reciclado de la Hojalata (Ecoacero).
Cómo reciclar el acero
El contenedor amarillo es el indicado para los envases metálicos, plásticos o compuestos. Por lo tanto, a él debe ir a parar cualquier envase de acero doméstico, lo más limpio posible, para su correcto reciclaje.
Para evitar posibles dudas que lleven a equivocarse de contenedor o a no separarlo del resto de residuos, conviene saber qué envases están fabricados con este material. La lista es muy diversa: las latas de bebidas, conservas, aceite, galletas, chocolates o productos exclusivos y de alta calidad, como cafés, licores, tabacos, perfumes; los aerosoles (insecticidas, ambientadores, productos de limpieza); los tapones corona de las botellas; la tapa de los tarros de cristal con vegetales o mermeladas; y los botes de pintura.
Otros productos con componentes de acero utilizados en los hogares, por su volumen o por contener materiales nocivos, no se pueden depositar en los contenedores amarillos una vez que se han convertido en residuo. El lugar indicado para los electrodomésticos como neveras, combis, hornos, lavadoras o lavavajillas es un punto limpio. Algunos ayuntamientos habilitan un servicio de recogida. Al comprar un electrodoméstico nuevo, el vendedor tiene que hacerse responsable de su recogida y correcto traslado a una instalación de reciclaje. Respecto a los automóviles fuera de uso, son muy valiosos y, además, no se pueden dejar abandonados. Su destino final debe ser un Centro Autorizado de Tratamiento (CAT).
Los consumidores deben recordar que el reciclaje es la última de las tres famosas erres de la ecología. Es prioritario usar sólo los productos que sean necesarios, sin derrochar (reducir), y reutilizarlos el máximo posible para alargar su vida. Antes de adquirir un nuevo automóvil o un electrodoméstico, conviene probar si se pueden reformar para aprovecharlos durante más tiempo. Otros objetos se reutilizan de diferentes maneras: las latas se convierten en un recipiente para bolígrafos u otros elementos y los tapones corona, en las clásicas chapas para jugar. También es posible una reutilización solidaria. Algunos productos todavía en funcionamiento, pero que se han cambiado por un modelo nuevo, pueden dar servicio a personas más necesitadas.
El acero, un material idóneo para reciclar
Las cualidades del acero le convierten en un material muy útil para multitud de productos y envases, además de ser idóneo para la práctica del reciclaje. Es un metal inalterable, que no pierde sus cualidades, como la resistencia, la dureza o la maleabilidad, y se recicla tantas veces como se desee. Sus propiedades magnéticas facilitan el proceso de recuperación, ya que se pueden utilizar electroimanes para separarlo de otros desechos y reciclarlo de forma adecuada.
Incluso si un residuo de acero llega a una incineradora, se recupera para su reciclado. Algunas de estas instalaciones cuentan con sistemas de separación magnética antes de que los residuos pasen por el horno. Así se conserva una parte muy importante de los envases de acero. No obstante, después de la incineración, también es posible aprovechar el acero, ya que el horno no alcanza la temperatura de fusión de este material. Las instalaciones de compostaje para el tratamiento de residuos sólidos urbanos también cuentan, en su mayoría, con electroimanes para separarlos del resto de la basura. En cualquier caso, siempre es más directo y tiene menos impacto ambiental separar de forma correcta los residuos en el contenedor amarillo.
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