Algún día les hablaré del calvario que para un viajero impenitente como yo, supone el hecho de poder enviar la columna que están leyendo a tiempo para que llegue antes del cierre de la edición de El Norte. Y no es cuestión de que vaya tarde, si no del encontrar un sitio donde conectarme a internet, porque antes carecía de “independencia” internáutica, pero ahora que la tengo a través del móvil, también en las ocasiones más complicadas porque resulta que realmente estoy en casa dios, es cuando la “movilidad” me deja tirado, y todo se convierte en una carrera estresante por llegar con mis palabras a la redacción. Agradezco de antemano la paciencia de todos los compañeros que hacen este suplemento, por las ansiedades y molestias que les he transmitido.
En fin. Que la conectividad al día de hoy sigue siendo una asignatura pendiente, y cuando surgen problemas fuera del entorno habitual, uno se pregunta si el problema me lo están regalando los que me lo han vendido, o lo tengo yo en mi ser. A veces tengo la sensación de que mi acercamiento a determinados aparatos, según tenga el día de gris o soleado, le transmite su bondad o rebeldía en su correcto funcionamiento. Es como si parte de mi desánimo o desconfianza se colara en el sistema operativo de la máquina, aunque esta sea incluso absolutamente analógica, como una batidora o un lavaplatos, y decidieran ponerse en rebeldía enfrentada conmigo, para dejarme aún más desplomado, porque cuando uno anda jodido, cualquier contrariedad cobra una importancia superlativa, y te empuja aún más al abismo.
Supongo que son momentos de la vida en que la torcedura lleva a más torcedura. La madre del cordero está en tener al menos la capacidad de darse cuenta de ello, o al menos reconocerlo. Cuando veo a Jaume Matas todo flamante moverse de aquí para allá con el marrón que le ha caído encima, me pregunto si se creerá que por toda la cantidad de “amiguitos” que tiene en el PP, o por haber sido presidente de la comunidad balear, se va a librar de la catástrofe. De momento el juez José Castro, que es que lleva lo del “Palma Arena”, ha decretado una fianza en menos de 72 horas de tres millones de euros, que no es moco de pavo, porque dicen que es la más alta que se ha impuesto en casos de este tipo, pero que probablemente no sea algo irresoluble para semejante corrupto de alto standing, que seguro que como Roldán tendrá lo suyo a buen recaudo en algún paraíso fiscal de esos que conoce tanto la clase política.
Otra de las situaciones probables, es que la lista de coleguitas de repente se vea volatilizada por el halo de pánico que genera la prisión, y es que parece que por muy buenín que se ponga ahora el pavo, menos de 20 añitos no se los quita ni Blas, pero tampoco me lo creo.
A este hombre le ha pasado como a Maradona, que su propia perra le ha comido la cara. Ambos parecen tener durezas en esa zona.
Jesús H. Cifuentes - el norte de castilla-
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