viernes, 19 de febrero de 2010

Jamón, jamón (CIFU)

Tras el teatrillo afilado sobre el debate de la crisis en el Congreso, lo que nos queda es un mar de dudas acerca de en manos de quién está nuestro barco. La crisis, que hace encogerse de hombros a los ciudadanos y encoge el corazón a los que siempre estuvieron en ella, está dejando un reguero de desesperanza que todavía no ha enseñado sus dientes ensangrentados.
Entre tanto debate de crisis, entre tantos terremotos cuajados de víctimas, entre tantos asesinatos en Ciudad Juárez, entre tanto absurdo de guerra en Afganistán e Irak, entre tanta persecución a Garzón por hacer lo que ya se tenía que haber hecho hace tiempo, entre tanta oferta nuclear para 'repoblar' el entorno rural, aquí, en España tenemos las claves de la solución: el jamón.
Después de que explotase el negociazo del ladrillo haciendo que la burbuja inmobiliaria dejara sin anuncio a las burbujas de Freixenet salta a la palestra un perfil profesional que puede ser la alternativa a todos estos problemas. Florencio Sanchidrián (Ávila, 1958) es un tipo que por su nombre quizá no diga nada al ciudadano común, pero resulta que entre las 'estrellas', tiene un caché de 3.000 euros por cortar una pata de jamón ibérico. Según cuenta la leyenda, en las pasadas navidades rechazó más de treinta ofertas por parte de las cunas más selectas del planeta para que fuera a sus movidas privadas en las que el despiece de una pata ibérica no desentonaba para nada.
Entre las movidas privadas a las que asiste está peña del tipo de Sylvester Stallone, el Papa, Melanie Griffith, Berlusconi, George Bush, Tony Blair, Richard Gere, los Beckham, Naomi Campbell, Al Pacino, Robert de Niro... ¿Cómo es posible rechazar más de 30 bolos a este caché cortando jamón para las superestrellas? ¿No estaremos ciegos ante una solución a la crisis?
Del jamón bien cortado, dice Florencio, se sacan siete sabores. Yo sólo conozco uno, que es el de la gloria cuando he tenido ocasión de asomarme, pero no sé si esos siete sabores son los que procura la ilustre pezuña, porque el de la amargura es un sabor en alza entre los que ejercitan la razón y la humanidad, de la que el cerdo, sabe más que todos los ilustres paladares que se lo zampan. Roma se quema, toquemos la bandurria.
Jesús Cifuentes -el norte de castilla-

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