Uno no acaba de acostumbrarse a lo imprevisible de la vida, cuyo fatal desenlace es que ésta se acabe sin avisar, sin dar tiempo a recoger las cosas que te has dejado encima de la mesa, los cacharros de la cocina que dejas malamente sin recoger ante el riesgo de una visita inoportuna...
Las cosas son así, y aunque sabemos que desde que venimos al mundo la cuenta atrás se ha disparado, nos aferramos a la costumbre de que al día siguiente de nuevo lo más probable es que volvamos a ver el sol. Y no siempre esto se cumple. En ningún sitio está asegurada nuestra fortuita presencia en la humanidad.
La continua asistencia de nuevo público en este mundo hace de la vida un constante 'volver a empezar', una infinita segunda oportunidad que puede ser protagonizada por otra persona, una vez que hemos ingresado en la lista de fulminados.
Últimamente voy estando en una edad en la que la lista de desapariciones de mi entorno, lógicamente va incrementándose proporcionalmente, dado el lógico 'orden de lista cronológico', lo cual te lleva a pensar cuál será tu puesto en ese orden. Y como esa pregunta no tiene respuesta, he considerado que lo que toca es hacer el menor esfuerzo por angustiarse y el mayor por disfrutar lo más a fondo que nos dé nuestro propio acelerador de la vida teniendo, eso sí, el cuidado necesario como para no darnos una hostia a la primera de cambio, y de no ir tan despacio como para que el día a día sea un coñazo moribundo.
La vida que conozco me ha enseñado que a nada que se eche carne en el asador, se obtienen resultados. Tener miedo de echarla y dejar de hacerlo te condena al aburrimiento y a la depresión. Así que una cuestión interesante es no quedarse paralizado por ese miedo 'a echar carne'. Hay que llevar hechos los deberes al día, no vaya a ser que nos acabe pasando como al tipo de Viladecans que el lunes iba paseando cuando una suicida de 45 años que se arrojó desde un octavo piso le cayó encima acabando con su vida. Ya ven que lo absurdo de la vida puede ser de lo más vengativo, y que del cielo pueden caer más cosas que tejas o tiestos. Echen toda la carne, y aprieten el acelerador sin miedo, por favor. El mundo será más interesante y mejor.
Las cosas son así, y aunque sabemos que desde que venimos al mundo la cuenta atrás se ha disparado, nos aferramos a la costumbre de que al día siguiente de nuevo lo más probable es que volvamos a ver el sol. Y no siempre esto se cumple. En ningún sitio está asegurada nuestra fortuita presencia en la humanidad.
La continua asistencia de nuevo público en este mundo hace de la vida un constante 'volver a empezar', una infinita segunda oportunidad que puede ser protagonizada por otra persona, una vez que hemos ingresado en la lista de fulminados.
Últimamente voy estando en una edad en la que la lista de desapariciones de mi entorno, lógicamente va incrementándose proporcionalmente, dado el lógico 'orden de lista cronológico', lo cual te lleva a pensar cuál será tu puesto en ese orden. Y como esa pregunta no tiene respuesta, he considerado que lo que toca es hacer el menor esfuerzo por angustiarse y el mayor por disfrutar lo más a fondo que nos dé nuestro propio acelerador de la vida teniendo, eso sí, el cuidado necesario como para no darnos una hostia a la primera de cambio, y de no ir tan despacio como para que el día a día sea un coñazo moribundo.
La vida que conozco me ha enseñado que a nada que se eche carne en el asador, se obtienen resultados. Tener miedo de echarla y dejar de hacerlo te condena al aburrimiento y a la depresión. Así que una cuestión interesante es no quedarse paralizado por ese miedo 'a echar carne'. Hay que llevar hechos los deberes al día, no vaya a ser que nos acabe pasando como al tipo de Viladecans que el lunes iba paseando cuando una suicida de 45 años que se arrojó desde un octavo piso le cayó encima acabando con su vida. Ya ven que lo absurdo de la vida puede ser de lo más vengativo, y que del cielo pueden caer más cosas que tejas o tiestos. Echen toda la carne, y aprieten el acelerador sin miedo, por favor. El mundo será más interesante y mejor.
Jesús Cifuentes - el norte de castilla-
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