D icen que en dos años la población mundial ascenderá a los siete mil millones de habitantes. Son datos pronosticados por 'Population reference Bureau', un organismo creado en 1929 (la 'otra' crisis) para hacer previsiones demográficas. El caso es que casi todo ese incremento, o sea, donde estará realmente la juventud, pertenecerá a Asia, África, Latinoamérica y el Caribe.
Lo que es la batalla por la concepción, pronostican estos señores, la van a ganar en la India, dejando atrás incluso a los chinos, de los que salvo por los restaurantes y las películas no sabemos absolutamente nada, aparte de que son un montón de gente.
Lo que parece también pronosticable por la 'Boreau' de mi coña particular es que, de no haber un cambio radical en el planeta (cada vez que digo 'planeta' me acuerdo de las declaraciones de Leyre Pajín y me da la risa), toda esa juventud que nacerá lo va a tener jodidamente difícil, y se preguntará por el sentido de haber nacido teniendo un escenario tan jodidamente adverso.
Porque cuando uno nace, además del susto que se lleva y superado éste, lo que quiere es prosperar y ser feliz, cosa que se complica si la piel está pegada a tus huesos por el hambre circulante, o si se vive constantemente bajo la amenaza de la guerra, de la que sacando la tajada que sacan los eternos viejos de occidente, va a seguir sin duda ninguna amenazando, aún más si cabe, habiendo más carne de cañón.
Me pregunto si lugares del mundo tipo provincia de Soria o Los Arribes notarán en algo el inmenso incremento de peña o seguirán condenadas a la despoblación, a presenciar el declive de sus pueblos que, de un pasado floreciente, pasarán a un futuro caducado y sin residencia para los viejos.
Me pregunto qué pensarán todos esos futuros jóvenes condenados a huir de sí mismos cuando, en plena era digital, se enteren de dónde está la despensa del mundo y dónde habitan todos los capullos que viven como marajás, y que además tienen la indecencia de decirlo por la tele.
Es curioso que alguien, en algún extraño y siniestro lugar, se esté frotando las manos con todo esto, con la máquina de hacer más dinero a costa de ese fenomenal objeto de usar y tirar que es el ser humano. Una pregunta que la historia de la humanidad se ha hecho desde siempre aderezada con literatura religiosa, se podría adaptar a esta modernidad al formato ¿Adónde vamos cuando nos tiran?
Jesús Cifuentes - El Norte de Castilla -
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