Los lamentables resultados de las elecciones a Europa no pueden escaparse de rositas ni a los políticos ni a la población en general. La tendencia abstencionista ha llegado a su grado más elevado de la historia con una participación del 42,94 %, situación desesperante para la izquierda que con esta derrota ha hecho de la eurocámara un lugar cómodo para la derecha, con la inclusión de cada vez más partidos xenófobos y ultras, pelamanillas de medio pelo que se ven beneficiados por una ley electoral en la que se encuentran con representación europarlamentaria por un puñado de votos que parecen de tómbola. El caso es que de una u otra manera el desinterés superlativo por la cuestión europea (y de las del resto vamos en camino) me recuerda al desinterés habitual que había en las elecciones norteamericanas en otros tiempos.
No parece que esté enseñándose bien una educación por la cuestión europeísta, siendo las nuevas generaciones las que están empezando a vivir como 'normal' la era del euro, y quizá las beneficiarias de las cuestiones que europa ha traído como positivas. A decir verdad, poco sabemos de la estructuración y alcance de la administración que 'juega los partidos' en ella, porque la ciudadanía anda sobre todo cegada por sus propias lentejas, pensando que poco tienen que ver con ellas los mejunjes que se negocien más allá de nuestras fronteras. Pero esto a poco que uno reflexione, sabe que es un error.
De entrada, con nuestros resultados electorales estamos sumándonos a la camarilla que se sienta en el mismo lado que Berlusconi, lo cual después de los últimos datos acuñados por sus juergas en su mansión de Cerdeña y sus rolletes con menores y modelonas nos hace partícipes sin serlo de lo que los italianos están tolerando con la presidencia de este petimetre que más que un político, parece ser las burbujas de lo que adereza la prensa rosa y del tomate del mundo. Lo cierto es que de un tiempo a esta parte uno no llega a encontrar una motivación clara e ilusionante detrás del voto que se deposita en la urna, lo cual me lleva a pensar en futuros cataclismos dado que la derechona a la hora de votar es bastante más pertinaz que la resaca perezosa de la falsa izquierda, tan acostumbrada a confiar en lo aleatorio del día después.
No parece que esté enseñándose bien una educación por la cuestión europeísta, siendo las nuevas generaciones las que están empezando a vivir como 'normal' la era del euro, y quizá las beneficiarias de las cuestiones que europa ha traído como positivas. A decir verdad, poco sabemos de la estructuración y alcance de la administración que 'juega los partidos' en ella, porque la ciudadanía anda sobre todo cegada por sus propias lentejas, pensando que poco tienen que ver con ellas los mejunjes que se negocien más allá de nuestras fronteras. Pero esto a poco que uno reflexione, sabe que es un error.
De entrada, con nuestros resultados electorales estamos sumándonos a la camarilla que se sienta en el mismo lado que Berlusconi, lo cual después de los últimos datos acuñados por sus juergas en su mansión de Cerdeña y sus rolletes con menores y modelonas nos hace partícipes sin serlo de lo que los italianos están tolerando con la presidencia de este petimetre que más que un político, parece ser las burbujas de lo que adereza la prensa rosa y del tomate del mundo. Lo cierto es que de un tiempo a esta parte uno no llega a encontrar una motivación clara e ilusionante detrás del voto que se deposita en la urna, lo cual me lleva a pensar en futuros cataclismos dado que la derechona a la hora de votar es bastante más pertinaz que la resaca perezosa de la falsa izquierda, tan acostumbrada a confiar en lo aleatorio del día después.
Jesús H. Cifuentes - El norte de castilla
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