martes, 14 de abril de 2009

14 DE ABRIL

“Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la Primavera traía a nuestra República de la mano. La naturaleza y la historia parecían fundirse en una clara leyenda anticipada o en un romance infantil.
Antonio Machado.
Todos los años el 14 de abril nos viene a la memoria el mismo tema: la malograda República, que vino tal día como hoy de 1931 y cinco años después se nos fue en un gran baño de sangre. Había llegado con la máxima legalidad –unas simples y anodinas elecciones municipales convertidas en plebiscito por el pueblo, y sin que se hubiese derramado una sola gota de sangre -, y se la llevaron unos generales felones, azuzados por la Iglesia, los banqueros y los grandes terratenientes. Mientras en una y otra zona moría la flor de la juventud española, en la parte dominada por los rebeldes, curas, obispos y cardenales, bendecían fusiles y cañones y paseaban bajo palio al dictador de las manos rojas …
Hoy, al echar la vista atrás, produce estupor contemplar todo lo que aquellos hombres realizaron en tan sólo cinco años -cinco años muy difíciles después del batacazo de la bolsa de Nueva York en 1929, el avance del fascismo en Italia y Alemania y caída de la peseta-, que, si les restamos los dos del bienio negro, quedan reducidos a tan sólo tres. Tres años de incesantes reformas: constitución de 1931, separación Iglesia y Estado, reforma agraria, reforma del ejército –España era el país de Europa que tenía más generales por metro cuadrado-, secularización de cementerios, casamiento civil, divorcio, lucha contra el analfabetismo, escuela laica, etc. etc. Quizás el gran pecado de la República fue querer recuperar en unos pocos años varios siglos de inercia.
En lo que concierne a la cultura su labor fue enorme. A más de la creación de numerosas escuelas –muchas más que todos los gobiernos que le habían precedido-, la República abrió bibliotecas, casas de recreo y cultura e incluso patrocinó un teatro ambulante, “La Barraca”, que, en manos de Federico García Lorca, llevaba a los más alejados pueblos de España las delicias de nuestro teatro clásico.
¿Por qué tanto afán pedagógico y culturalista? La razón es obvia y se venía repitiendo desde el siglo XVIII: casi todos los males de nuestro país tenían el mismo origen: la ignorancia y el analfabetismo. Hora era ya de superar aquellos años de oscurantismo en los que epidemias, sequías, hambrunas y otros males parecidos se intentaban atajar con procesiones, reliquias de santos, novenarios y quema de brujas.
A España, aunque tarde, le llegó su oportunidad en 1931. Se imponía crear una escuela moderna, que fuese capaz de acabar para siempre con el analfabetismo; para ello era indispensable separarla de curas y frailes. Si en los muchos siglos que la Iglesia había tenido la enseñanza en sus manos, no había logrado acabar con el analfabetismo (lo cual no quiere decir que acá o allá no hubiesen surgido dentro de ella casos dignos de elogio; baste, como ejemplo, Andrés Manjón), estaba claro que no era ese el camino. Como en Francia, también en nuestro país se impuso la escuela “gratuita, obligatoria y laica”, pero hubo en los receptores de la reforma una gran disparidad entre los dos países: mientras que la derecha del país vecino se limitó a denostar contra los maestros que retiraron el crucifijo, llamándolos “los maestros del diablo” y otras lindezas parecidas, aquí se les condenó a muerte. En cuanto se les presentó la primera ocasión –la felonía de varios militares contra la República-, allí estaba la flor y la nata de la beatería española azuzando a los pelotones de ejecución contra intelectuales y maestros. Eran los mismos fanáticos que siglos atrás encendían las hogueras inquisitoriales y gritaban “¡vivan las caenas!”. También los mismos que habían invitado a moros, “Legión Cóndor” alemana y “voluntarios” italianos a matar españoles; los mismos que, muy pronto, pasearían al dictador bajo palio. ¿Cuántos maestros fueron asesinados por estos “salvadores de patrias”, “cruzados del catolicismo” y asesinos enmascarados? Imposible es saberlo. Lo que sí puedo afirmar es que fueron los mejores, los maestros con más vocación y formación. Yo conocí en París a algunos de los pocos que lograron escapar.
Feneció la República después de una guerra que ella no provocó ni quiso. El tiempo y la muerte han unido en la paz de los cementerios a víctimas y verdugos. La Historia no vuelve hacia atrás y ahora nada indica que España vaya a tener mañana o pasado mañana una tercera república. Sin embargo, lo que a pesar de los cuarenta años de persecución franquista y otros muchos de olvido interesado, jamás debe morir es el espíritu que aquella República sembró: libertad, igualdad, tolerancia, progreso, cultura, laicismo... Ellos deben de ser nuestros más firmes anhelos frente a la barbarie y el fanatismo de los que, con la ayuda extranjera, lograron terminar con ella.
Francisco Gil Craviotto.

1 comentario:

  1. Hola, muy interesante el post, muchos saludos desde Mexico!

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