Plantean un sistema en el que se cultivan árboles en suelos degradados en todo el mundo, éstos se emplean como fuente primaria de combustible y se convierten en energías útiles a través de otras fuentes de energía renovable.
El estudio demuestra que no entran en conflicto con la agricultura con fines alimentarios. Plantean un sistema en el que se cultivan árboles en suelos degradados en todo el mundo, éstos se emplean como fuente primaria de combustible y se convierten en energías útiles a través de otras fuentes de energía renovable. Los científicos consideran que se trata de un sistema realista y asequible y que tendría un balance neutro de CO2. Se ha publicado un artículo al respecto en la revista Naturwissenschaften.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA), cerca del 87% de la energía mundial procede de la explotación de fuentes no renovables de combustible, como el petróleo o el carbón, la mayoría de las cuales (con excepción de la energía nuclear) son ricas en carbono. Se calcula que las reservas de estos recursos energéticos se terminarán por agotar durante los próximos 75 años si se mantiene el ritmo de consumo actual, o antes si se tiene en cuenta que la demanda va en aumento.
Encontrar formas para satisfacer la demanda creciente de energía y, al mismo tiempo, reducir las emisiones de carbono es el objetivo de una intensa actividad investigadora, pero por lo general se ha despreciado la opción que brindan los biocombustibles como fuente de energía sostenible. La posibilidad de que la biomasa sea la base de los combustibles ha sido considerada poco realista debido a que el cultivo de vegetales en tierra fértil para la producción de combustibles se contrapone a la necesidad de incrementar la producción agrícola para alimentar a la creciente población mundial.
En esta nueva proyección sobre los biocombustibles, el profesor Jürgen O. Metzger de la Universidad de Oldemburgo y el profesor Aloys Huettermann de la Universidad de Gotinga proponen cultivar árboles de crecimiento rápido en parcelas cuadriculadas sobre tierras degradadas (en oposición a grandes plantaciones en tierras de cultivo) como sistema principal para la producción de combustibles y, seguidamente, utilizar otras fuentes de energía renovable para convertir la biomasa en un producto aprovechable.
Esta proyección es sin duda realista, concluyen los autores. Además este sistema podría resolver los serios problemas que suponen la degradación de tierras y la deforestación, las cuales contribuyen de manera significativa a la erosión y la contaminación de las aguas litorales.
«La humanidad ha ido degradando, a lo largo de la historia, varios miles de millones de hectáreas de superficie originalmente arboladas y cubiertas de vegetación», señalan los autores. Éstos explican que, mediante la plantación de árboles cuyas necesidades hídricas y de nutrientes sean bajas, se podría llegar a recuperar la fertilidad del terreno, un aspecto cuya importancia no debe subestimarse.
«Un elevado porcentaje de las zonas degradadas es idóneo para la forestación», razonan los autores. «Para luchar contra la desertización y mejorar la fertilidad de los suelos, sería objetivamente beneficioso para todos los países, la población local y la humanidad en general que se llevara a cabo una forestación de estas áreas degradadas y se aprovechara de forma constante la biomasa correspondiente, a fin de cubrir las necesidades internas (y también externas si fuera posible) de energía, combustibles, materiales y sustancias químicas.»
Los científicos demuestran la rentabilidad de su proyección y la cantidad de tierra necesaria. Indican que la inversión necesaria no es mucho mayor que la que necesita una central térmica de carbón y que es mucho menor que la de las centrales nucleares. Además, calculan que podrían utilizarse hasta 3,6 gigahectáreas de tierra para la producción de bioenergía antes de 2050.
Otro aspecto beneficioso, explican, es que la biomasa utilizada para generar energía puede crecer en todos los países y que cada país podría cubrir una porción significativa de su demanda energética total, lo cual reduciría los costes de transporte.
La utilización de biomasa como fuente de energía, afirman los autores, tiene un balance neutro de carbono: el CO2 generado en su combustión no es mayor que la cantidad que necesita la planta para crecer. Por lo tanto este sistema puede ayudar a frenar la acumulación de CO2 en la atmósfera. La biomasa también supone una forma adecuada de almacenar energía, detener la contaminación por escorrentía en el suministro de agua y, hasta cierto punto, controlar la desertización.
No obstante, quedan algunos cabos sueltos. Uno de los más importantes es el desarrollo de nuevas tecnologías que permitan convertir con más eficiencia la energía química almacenada en la biomasa en energía eléctrica. Lo mismo podría decirse de los combustibles fósiles, añaden. Cultivar árboles para obtener combustible es sólo uno de los aspectos necesarios para cubrir la creciente demanda de energía mundial, de acuerdo con el estudio: han de sumarse a la fórmula muchas otras fuentes de energía sostenibles. Asimismo, «el ahorro energético y un uso más eficiente de la energía primaria deben constituir la base de la solución», concluye el estudio.
Una de las mayores virtudes de esta proyección sobre el uso de biocombustibles estriba en la relativamente mínima cantidad de tiempo que requiere para que sus efectos sean apreciables. «La forestación puede comenzar de inmediato, tiene efecto en unos pocos años y puede completarse en algunas décadas», concluye el estudio. «Si la forestación hubiera comenzado en 1992 [...] hoy podríamos estar apreciando un efecto que crecería de forma constante y [esta] biomasa contribuiría en un porcentaje significativo al abastecimiento de energía primaria en el año 2030.»
Para obtener más información, consulte:
Naturwissenschaften: http://www.springerlink.com/content/100479/
Agencia Internacional de Energía: http://www.iea.org/
fuente: www.cordis.europa.eu
El estudio demuestra que no entran en conflicto con la agricultura con fines alimentarios. Plantean un sistema en el que se cultivan árboles en suelos degradados en todo el mundo, éstos se emplean como fuente primaria de combustible y se convierten en energías útiles a través de otras fuentes de energía renovable. Los científicos consideran que se trata de un sistema realista y asequible y que tendría un balance neutro de CO2. Se ha publicado un artículo al respecto en la revista Naturwissenschaften.
De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA), cerca del 87% de la energía mundial procede de la explotación de fuentes no renovables de combustible, como el petróleo o el carbón, la mayoría de las cuales (con excepción de la energía nuclear) son ricas en carbono. Se calcula que las reservas de estos recursos energéticos se terminarán por agotar durante los próximos 75 años si se mantiene el ritmo de consumo actual, o antes si se tiene en cuenta que la demanda va en aumento.
Encontrar formas para satisfacer la demanda creciente de energía y, al mismo tiempo, reducir las emisiones de carbono es el objetivo de una intensa actividad investigadora, pero por lo general se ha despreciado la opción que brindan los biocombustibles como fuente de energía sostenible. La posibilidad de que la biomasa sea la base de los combustibles ha sido considerada poco realista debido a que el cultivo de vegetales en tierra fértil para la producción de combustibles se contrapone a la necesidad de incrementar la producción agrícola para alimentar a la creciente población mundial.
En esta nueva proyección sobre los biocombustibles, el profesor Jürgen O. Metzger de la Universidad de Oldemburgo y el profesor Aloys Huettermann de la Universidad de Gotinga proponen cultivar árboles de crecimiento rápido en parcelas cuadriculadas sobre tierras degradadas (en oposición a grandes plantaciones en tierras de cultivo) como sistema principal para la producción de combustibles y, seguidamente, utilizar otras fuentes de energía renovable para convertir la biomasa en un producto aprovechable.
Esta proyección es sin duda realista, concluyen los autores. Además este sistema podría resolver los serios problemas que suponen la degradación de tierras y la deforestación, las cuales contribuyen de manera significativa a la erosión y la contaminación de las aguas litorales.
«La humanidad ha ido degradando, a lo largo de la historia, varios miles de millones de hectáreas de superficie originalmente arboladas y cubiertas de vegetación», señalan los autores. Éstos explican que, mediante la plantación de árboles cuyas necesidades hídricas y de nutrientes sean bajas, se podría llegar a recuperar la fertilidad del terreno, un aspecto cuya importancia no debe subestimarse.
«Un elevado porcentaje de las zonas degradadas es idóneo para la forestación», razonan los autores. «Para luchar contra la desertización y mejorar la fertilidad de los suelos, sería objetivamente beneficioso para todos los países, la población local y la humanidad en general que se llevara a cabo una forestación de estas áreas degradadas y se aprovechara de forma constante la biomasa correspondiente, a fin de cubrir las necesidades internas (y también externas si fuera posible) de energía, combustibles, materiales y sustancias químicas.»
Los científicos demuestran la rentabilidad de su proyección y la cantidad de tierra necesaria. Indican que la inversión necesaria no es mucho mayor que la que necesita una central térmica de carbón y que es mucho menor que la de las centrales nucleares. Además, calculan que podrían utilizarse hasta 3,6 gigahectáreas de tierra para la producción de bioenergía antes de 2050.
Otro aspecto beneficioso, explican, es que la biomasa utilizada para generar energía puede crecer en todos los países y que cada país podría cubrir una porción significativa de su demanda energética total, lo cual reduciría los costes de transporte.
La utilización de biomasa como fuente de energía, afirman los autores, tiene un balance neutro de carbono: el CO2 generado en su combustión no es mayor que la cantidad que necesita la planta para crecer. Por lo tanto este sistema puede ayudar a frenar la acumulación de CO2 en la atmósfera. La biomasa también supone una forma adecuada de almacenar energía, detener la contaminación por escorrentía en el suministro de agua y, hasta cierto punto, controlar la desertización.
No obstante, quedan algunos cabos sueltos. Uno de los más importantes es el desarrollo de nuevas tecnologías que permitan convertir con más eficiencia la energía química almacenada en la biomasa en energía eléctrica. Lo mismo podría decirse de los combustibles fósiles, añaden. Cultivar árboles para obtener combustible es sólo uno de los aspectos necesarios para cubrir la creciente demanda de energía mundial, de acuerdo con el estudio: han de sumarse a la fórmula muchas otras fuentes de energía sostenibles. Asimismo, «el ahorro energético y un uso más eficiente de la energía primaria deben constituir la base de la solución», concluye el estudio.
Una de las mayores virtudes de esta proyección sobre el uso de biocombustibles estriba en la relativamente mínima cantidad de tiempo que requiere para que sus efectos sean apreciables. «La forestación puede comenzar de inmediato, tiene efecto en unos pocos años y puede completarse en algunas décadas», concluye el estudio. «Si la forestación hubiera comenzado en 1992 [...] hoy podríamos estar apreciando un efecto que crecería de forma constante y [esta] biomasa contribuiría en un porcentaje significativo al abastecimiento de energía primaria en el año 2030.»
Para obtener más información, consulte:
Naturwissenschaften: http://www.springerlink.com/content/100479/
Agencia Internacional de Energía: http://www.iea.org/
fuente: www.cordis.europa.eu
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