Después de la pesadilla que ha vivido el mundo a cuenta de las elecciones en EE. UU. dada su prolongación en el tiempo y lo indescifrable del desarrollo de las distintas campañas electorales de los partidos, hemos aprendido un poco más de la locura norteamericana gracias a los medios de comunicación y a las infinitas tertulias generadas por la batalla entre Obama y McCain, que nos han ilustrado de forma colateral con el modus vivendi de esta colección inexplicable de ciudadanos unidos por el territorio y el indescifrable 'sueño americano'.
En estos días una de las cosas que más he leído ha sido el recordatorio al futuro presidente de que la Casa Blanca está levantada por el trabajo de los esclavos negros que en su día la hicieron posible gracias al látigo. Me recuerda a cómo fue levantado el Valle de los Caídos, y en la investigación que estoy realizando en buscar un contenido a ese 'sueño' tan cinematográfico, me pregunto cómo se puede conjugar tan tremendamente bien la hipocresía y la apariencia, quién les ha instruido tan concienzudamente como para hacerles capaces de ir asesinando con saña por el mundo con su sonrisa de dientes blancos como quien no quiere la cosa, como si pisar a los demás para sentarse ellos fuera algo justificado por una ley natural que ha hecho de ellos un objeto de culto.
Pues la noche del martes pasado este pueblo 'soñador' fue protagonista de un suceso que parece una 'parábola'. Uno de esos sucesos de la América profunda que parece sacado de una película de Tarantino, por el que lo mismo te partes de risa que se te ponen los pelos de punta. Resulta que en Saint Tammary, en Luisiana, ha sido asesinada a tiros una mujer en un acto de iniciación al ku klux klan. La coña es que la protagonista había recorrido más de 1000 kilómetros desde Oklahoma para incorporarse a esa banda terrorista.
La señora por circunstancias aún no aclaradas, se conoce que al llegar se encontró con algo que no la debió de agradar porque se enzarzó en una discusión con los ku klux klanos aborígenes, quienes lo resolvieron con un par de tiros. A quién se le ocurre meterse en la boca del lobo para discutir con él. Eso es lo que yo llamo «muerte por exceso de devoción».
En estos días una de las cosas que más he leído ha sido el recordatorio al futuro presidente de que la Casa Blanca está levantada por el trabajo de los esclavos negros que en su día la hicieron posible gracias al látigo. Me recuerda a cómo fue levantado el Valle de los Caídos, y en la investigación que estoy realizando en buscar un contenido a ese 'sueño' tan cinematográfico, me pregunto cómo se puede conjugar tan tremendamente bien la hipocresía y la apariencia, quién les ha instruido tan concienzudamente como para hacerles capaces de ir asesinando con saña por el mundo con su sonrisa de dientes blancos como quien no quiere la cosa, como si pisar a los demás para sentarse ellos fuera algo justificado por una ley natural que ha hecho de ellos un objeto de culto.
Pues la noche del martes pasado este pueblo 'soñador' fue protagonista de un suceso que parece una 'parábola'. Uno de esos sucesos de la América profunda que parece sacado de una película de Tarantino, por el que lo mismo te partes de risa que se te ponen los pelos de punta. Resulta que en Saint Tammary, en Luisiana, ha sido asesinada a tiros una mujer en un acto de iniciación al ku klux klan. La coña es que la protagonista había recorrido más de 1000 kilómetros desde Oklahoma para incorporarse a esa banda terrorista.
La señora por circunstancias aún no aclaradas, se conoce que al llegar se encontró con algo que no la debió de agradar porque se enzarzó en una discusión con los ku klux klanos aborígenes, quienes lo resolvieron con un par de tiros. A quién se le ocurre meterse en la boca del lobo para discutir con él. Eso es lo que yo llamo «muerte por exceso de devoción».
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