Ayer fue el día internacional de la alimentación. Uno de tantos días anónimos internacionales por causas nobles y humanitarias que nos hacen ver en el espejo de la desvergüenza y la inconsciencia total ante la realidad que nos rodea, a pesar de que sea en la que vivimos. Uno se pregunta qué tiene que ver el medio en el que habitamos y nosotros mismos cuando la realidad absoluta es que la realidad demuestra que esencialmente nos la suda casi todo de puertas para afuera.
Vivimos en este lado de la opulencia repletos de siglas y organizaciones grandilocuentes muy cercanas a las administraciones políticas, lo cual las convierte cada vez más en brazo extendido de las mismas.
Y es que la realidad de los gobiernos desde este lado de la opulencia es decir una cosa y hacer la contraria, bañarse y guardar la ropa para que la maquinaria de la economía siga eternamente de fiesta.
La última que viene de la mano de esta mágica crisis financiera mundial es la de esconder la cabeza como el avestruz: dada la situación de crisis por la que aparentemente hay que apretarse el cinturón, el primer sitio de donde vamos a recortar presupuestos es de los gastos sociales y de educación. ¡Qué gran fórmula para el ahorro! Así que continuando con nuestro eje orbital en el ombligo, lo primero es postergar los esfuerzos para combatir el cambio climático, y lo segundo recortar la financiación para la ayuda humanitaria. Este año lo presupuestado para ayuda al desarrollo no llega a ser la sombra de la inversión que el mundo rico ha hecho para inyectar dinero público en todo el sistema financiero, para que la fiesta continúe.
Vivimos en este lado de la opulencia repletos de siglas y organizaciones grandilocuentes muy cercanas a las administraciones políticas, lo cual las convierte cada vez más en brazo extendido de las mismas.
Y es que la realidad de los gobiernos desde este lado de la opulencia es decir una cosa y hacer la contraria, bañarse y guardar la ropa para que la maquinaria de la economía siga eternamente de fiesta.
La última que viene de la mano de esta mágica crisis financiera mundial es la de esconder la cabeza como el avestruz: dada la situación de crisis por la que aparentemente hay que apretarse el cinturón, el primer sitio de donde vamos a recortar presupuestos es de los gastos sociales y de educación. ¡Qué gran fórmula para el ahorro! Así que continuando con nuestro eje orbital en el ombligo, lo primero es postergar los esfuerzos para combatir el cambio climático, y lo segundo recortar la financiación para la ayuda humanitaria. Este año lo presupuestado para ayuda al desarrollo no llega a ser la sombra de la inversión que el mundo rico ha hecho para inyectar dinero público en todo el sistema financiero, para que la fiesta continúe.
Jesús Cifuentes - El norte de castilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario