CUALQUIER día de éstos todo se va al garete sin que nadie se sienta preocupado. Me entero asombrado de que los datos que se guardan en los discos duros tienen una vida de cinco años más o menos, en los que si se deja el disco encima de una estantería y te olvidas de él durante ese tiempo, al volver a enchufarlo te encuentras con la sorpresa de que allí no queda nada del tesoro guardado. De repente desaparece, a no ser que sea conectado entretanto.Es como todo en la vida. Si no se activa uno de vez en cuando, acaba degenerando. Todo necesita entrenamiento si se quiere estar engrasado, porque además la alternativa es desaparecer, quedar al margen, quedarse fuera de juego.En ese orden de cosas relacionadas con la desaparición están en oferta los últimos acontecimientos escapistas de la central nuclear de Ascó, que tienen además el ingrediente añadido de la visita a la central por parte de los estudiantes de un colegio, que se enteraron posteriormente con asombro y pánico de la fuga tóxica que se les había ido en la fábrica de energía. Por suerte no se han enterado póstumamente del escape.Lo que no es de recibo es que a estas alturas de siglo y de la tecnología nos veamos amenazados de una forma tan poco responsable por la sombra nuclear por quienes la controlan, que en este caso parecen ser de la familia Simpson. Es tomarse a broma y sin respeto algo tan serio como los residuos radiactivos, como Homer, que nada a diario con el uranio para ponerse cachondo. Nadie sabe ni comprende el descontrol al que estamos asistiendo en una cuestión tan seria como la energía nuclear.
Jesús Cifuentes - El norte de castilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario