COMO ya sabrán a estas alturas, el lunes pasado falleció a los 81 años de un cáncer de pulmón el guionista español por excelencia Rafael Azcona, un genio que supo bandear con sus textos e ironía la realidad con la que le tocó lidiar a lo largo del franquismo y de la estupidez posterior. Tras de sí nos deja una herencia de retratos en forma de películas de la idiosincrasia de este país en el que lidiamos con la vida. 'El verdugo', 'La escopeta nacional', 'El año de las luces', 'El bosque animado', 'Ay Carmela', 'Belle époque', 'La lengua de las mariposas' Toda una serie de retales de la vida española en, para algunos, incómodos plazos, porque la historia reciente del país no olvida las sombras que acallaban sus vociferadas 'luces'.Pero continuando con la memoria del genio, en lo que he reparado leyendo las innumerables necrologías ha sido en una frase suya publicada por 'La Voz de Cádiz' el año pasado que decía: «El esperpento es la fórmula más precisa que existe para retratar la realidad de este país», y a fe mía que no le falta ni un ápice de razón.Del esperpento tanto de este país como del mundo entero es de lo que acostumbro a hablar desde estas columnas, porque desde que la genialidad de Valle-Inclán lo definiera, no ha dejado de verse y circular públicamente en la escena política y social a sus anchas, haciendo a la vez más liviano y más triste el panorama nacional. Y como ejemplo bien ilustrativo, cualquiera de las calaveradas que han salido de la boca de Aznar, ese insigne iconoclasta del modelo esperpéntico, de las que no voy a hacer alusión ahora por no ser recurrente.Pero para que vean que el esperpento forma parte de nuestra realidad, y que ninguno de nosotros estamos lejos de él, aquí tienen otra noticia de ahora mismo que casualmente viene de Cádiz (el círculo se cierra), donde fue publicada la frase de Azcona que ha provocado este pensamiento: resulta que en una clínica privada de esta capital llamada 'San Rafael' han decidido rebajar 30 euros del sueldo al personal femenino compuesto por las enfermeras, auxiliares de enfermería y limpiadoras que no se pusieran el uniforme impuesto por la dirección de la clínica, compuesto de 'un amplio escote y falda corta', según palabras del presidente del colegio de enfermería de Cádiz. Es curioso que las médicas no estén obligadas a este mismo trato de uniforme. Supongo que 'algo' tendrá que ver con el miedo que la dirección pueda tener de un gremio corporativo 'superior' de 'raza aria'. Pero es que, para darse cuenta de las cosas del absurdo, no hay método mejor que aplicarse el cuento: ¿Por qué la dirección de la clínica no impone el uso de vestimenta sado para todos los directivos de la empresa? ¿Por qué el Congreso no impone el nudismo en sus sesiones parlamentarias? ¿Por qué los municipales no tienen un uniforme inspirado en la estética 'boys'? Ésas son las grandes preguntas de nuestro tiempo.
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