Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 29 de noviembre de 2012
Este artículo hace un análisis
de las recientes elecciones autonómicas en Catalunya explicando las
causas y consecuencias de tales elecciones. El artículo
detallada también el contexto de las distintas fuerzas políticas
existentes en el arco parlamentario de Catalunya.
Un comentarista bien conocido en los
medios de mayor difusión de las cadenas públicas de la Generalitat y del
diario ARA, el independentista Toni Soler, alentaba a las personas de
izquierda en Catalunya a que votaran partidos a favor de la
independencia de Catalunya, argumentando que ésta y sus instituciones
representativas (incluida la oferta electoral) estaban más a la
izquierda que el resto de España. Concluía con ello que, si Catalunya
fuera independiente, podría realizar su potencial reformador, ofreciendo
mayor capacidad de influencia a las izquierdas catalanas que sí
continuaban siendo parte de España.
Tal observación, sin embargo, no se
corresponde a la realidad mostrada por los datos. El arco ideológico
parlamentario –es decir, la diversidad ideológica dentro de espectro
político representado en el Parlament— es más limitado que el existente
en las Cortes Españolas. Y las izquierdas están menos representadas
hasta ahora en el Parlament que en las Cortes Españolas.
Y definamos primero qué quiere decir ser
de derechas y qué quiere decir ser de izquierdas. Y para ello tenemos
que ver los instrumentos tradicionales que las distintas clases sociales
en la mayoría de países de la Europa Occidental han tenido a su alcance
para defender sus intereses. Las derechas en Europa son partidos
conservadores, partidos cristianodemócratas o partidos liberales
fundados por losestablishments financieros y empresariales y/o por la
Iglesia para defender sus intereses intentando movilizar las clases
populares a su favor, mediante ideologías nacionalistas conservadoras
y/o la ideología cristiana.
Y Catalunya no es una excepción.
Divididas entre el PP (de ideología españolista) y CiU (de ideología
catalanista), las derechas han llevado a cabo, en las áreas económicas y
sociales, políticas basadas en priorizar los intereses económicos de
aquellos establishments económicos y financieros. En realidad, los
equipos económicos del gobierno CiU hoy están incluso más comprometidos
en sus políticas de reformas laborales regresivas y recortes sociales
que el PP. La ocupación de la Consejería de Sanidad por el que fue jefe
de la patronal hospitalaria privada, es un claro indicador de ello. No
es sorpresa, pues, que esta formación política gobernante esté
claramente entrelazada con intereses financieros y empresariales que
financian tal partido gobernante. Los supuestos casos de corrupción que
se están investigando son claro indicador de ello.
Los intereses de clase que ambos
partidos, PP y CiU, representan quedan ocultados por la temática
nacionalista que ambos utilizan y por la línea argumentativa que siguen,
ampliamente reproducida en los medios públicos de la Generalitat
(Catalunya Ràdio y TV3), abusivamente instrumentalizados por la
coalición gobernante de Catalunya, CiU. Ambos partidos, CiU y PP, tienen
escasa cultura democrática (escasez más acentuada en el PP que en CiU),
que se refleja en la limitadísima diversidad ideológica de tales
medios, los cuales son financiados por la población que paga impuestos
(la mayoría de la cual no les vota). En Catalunya, CiU es el partido más
semejante que existe en España a la democraciacristiana y a la derecha
italiana, teniendo un arraigo en la sociedad civil a base de políticas
clientelares. Ven el Estado de Catalunya como de su propiedad. Y tiene
un enorme poder e influencia sobre el sistema judicial, influencia
compartida en Catalunya con el PP. Los retrasos en la resolución de
casos de presunta corrupción, como el bochornoso caso Palau, refleja tal
influencia. Su influencia también la consigue a base de pagos y apoyos
financieros a los medios, siendo el caso más notorio La Vanguardia, de
la familia Godó, que ha recibido recientemente, de nuevo, casi 6
millones de euros del gobierno Mas (según ha informado el altamente
creíble El Triangle) habiendo sido el diario más pro-Mas que existe en
España, cambiando su lealtad editorial, pasando del PP a CiU, resultado
de tal abundante financiación pública, percibida como donación por
servicios prestados.
Los dos nacionalismos conservadores
Los dos partidos dominantes, PP y CiU,
son profundamente nacionalistas y conservadores. CiU es, en realidad,
una coalición de dos partidos, CDC y UDC. UDC y PP (próximos ambos a la
Iglesia) pertenecen a la misma familia política europea, el Partido
Popular Europeo. CDC es un partido liberal que pertenece a la
Internacional Liberal, que representa la sensibilidad más derechista en
las esferas económicas de la UE. La mayoría de personalidades que
dirigen la gobernanza del euro y del Banco Central Europeo, el BCE,
pertenecen a tal postura político-económica, desarrollando las políticas
que están causando una gran recesión en la Eurozona a base de insistir
en medidas de recortes y de austeridad. Tal sensibilidad también se
presenta en el equipo económico del partido gobernante en España, más
próximo a la sensibilidad liberal (en el área económica, neoliberal) que
a la demócrata cristiana.
El nacionalismo españolista
Su nacionalismo les sirve para intentar
movilizar a sus bases electorales. El nacionalismo del PP es el heredado
de la dictadura, que transmitió una visión de España uniforme y
centrada en Madrid. Tal nacionalismo españolista es intolerante a la
diversidad y no acepta la plurinacionalidad de España. Se presenta como
el defensor de la “unidad de España”, mensaje que facilita la
movilización electoral de sectores de la población en Catalunya y muy en
particular aquellos sectores que proceden de otras partes de España,
porcentaje muy elevado entre la clase trabajadora en Catalunya. Tal
movilización es también respaldada en el mensaje anti-inmigrante,
explícitamente utilizado por el PP, para conseguir el voto obrero. El PP
se presenta siempre como el defensor de la unidad de España (y también
de su “calidad étnica” queriendo expulsar al inmigrante). Esta
estrategia está siendo altamente rentable electoralmente, pues el PP
está creciendo en los barrios obreros de las ciudades catalanas. Una de
las ciudades más importantes de Catalunya, con fuerte implantación de la
clase trabajadora y con un elevado porcentaje de población inmigrante,
Badalona, está gobernada por el PP (con el predecible apoyo de CiU). En
las elecciones del pasado domingo, el PP pasó de conseguir el voto del
7,2% del electorado (que incluye la población que votó y la que pudiendo
votar no lo hizo) en las últimas elecciones autonómicas, al 9%, siendo
en los barrios obreros, donde hay mayor número de inmigrantes, donde
aumentó más su voto.
El otro grupo nacionalista español que
reprodujo tal visión uninacional de España fue Ciutadans, que subió de
un 2% del electorado a un 5,2%. Ciutadans es la otra visión del
nacionalismo españolista, distinta a la del PP, al cual se le identificó
con el conservadurismo social y político poco atrayente al trabajador
españolista, que siente hostilidad hacia el soberanismo que confunde con
el independentismo. No es sorprendente, por lo tanto, que Cs creciera
más acentuadamente en los barrios obreros, como Nou Barris, de habla
predominantemente castellana. Su presentación (con grandes ambigüedades)
como partido progresista, con tintes pro-clase trabajadora (apoyó la
Huelga General última, sin participar en ella) le hace atrayente al
votante que antes apoyaba al PSC. Es el partido que utiliza con mayor
frecuencia el castellano en sus intervenciones públicas, lo cual explica
que atraiga también votos en los barrios más pudientes de las
poblaciones urbanas que se consideran liberales en su posicionamiento en
temas sociales y no se encuentran cómodos apoyando al PP debido a su
profundo conservadurismo. En total, el voto a favor del nacionalismo
españolista (PP+Cs) consiguió sólo el 14,2% del electorado.
El nacionalismo catalanista
El nacionalismo, a CiU, le es
particularmente útil, pues le permite atribuir el enorme subdesarrollo
del Estado del Bienestar catalán (el gasto público social por habitante
es de los más bajos de la UE-15) al famoso “expolio” de Catalunya por
parte de España. El hecho de que la crisis esté teniendo un impacto
devastador en el bienestar de las clases populares en Catalunya (clase
media y clase trabajadora) se atribuye al crecimiento del “expolio” y a
la hostilidad hacia Catalunya por parte del Estado español, gobernado
por el Partido Popular, mensaje que es constantemente reproducido en los
medios públicos de información, controlados en su inmensa mayoría por
CiU. La batería de intelectuales afines a tal partido político, tales
como Joan B. Culla, Salvador Cardús, Manel Fuentes, Mònica Terribas y
una larga lista de columnistas, constantemente se refieren a voces
profundamente conservadoras españolas como José Bono, Fernando Savater,
Mario Vargas Llosa, Federico Jiménez Losantos, y un largo etcétera, como
representativas de España. Estas últimas voces son las mayores
productoras de independentistas en Catalunya, voces que predeciblemente
tienen una gran visibilidad en los medios de información influenciados
por el nacionalismo catalanista. El hecho de que Izquierda Unida, el
tercer partido de España, votara hace unas semanas en las Cortes a favor
del “derecho a decidir de Catalunya” fue deliberadamente ignorado por
estos columnistas y por aquellos medios. La España presentada
mediáticamente en los medios públicos de la Generalitat es la España
centralista, ofensiva a Catalunya, antipática. Cualquier otra España
distinta a esta España no existe a ojos del nacionalismo catalanista.
Este silencio hacia “la otra España” se debe, no sólo a una
manipulación, sino a un profundo anti-izquierdismo que caracteriza a las
derechas catalanas. Las izquierdas reformistas españolas (la génesis
para desarrollar otra España) no existen para CiU ni para sus
intelectuales.
Esta intelectualidad nacionalista
conservadora tiene un gran poder debido al control que los partidos
nacionalistas tienen en los aparatos mediáticos públicos de la
Generalitat y afines. Tal establishment mediático-político es lo que en
inglés se llama “clubish”, es decir, muy cerrado en sí mismo y con poco
contacto con la realidad popular del país. Fue tal establishment el que
se llevó el mayor batacazo el domingo, pues todos ellos habían
profetizado la gran victoria del presidente Mas en su apuesta por la
independencia, como si fuera un cheque en blanco. En realidad, la mayor
pérdida de votos la sufrió CiU, perdiendo 90.489 votos (pasando de
recibir 1.202.830 en 2010 a 1.112.341 en 2012), pasando de un 22,4% del
electorado en 2010 a un 21,2% en 2012.
Las izquierdas en Catalunya
El partido mayoritario de las izquierdas
en Catalunya ha sido históricamente el PSC, que es un partido federado
con el PSOE. Su fundación es resultado de una alianza de los
instrumentos políticos existentes en la clandestinidad antidictatorial,
caracterizados por un reformismo socialdemócrata entre sectores
profesionales y un socialismo de clase trabajadora enraizada en el
sindicato socialista UGT, entonces clandestino, y en la sección catalana
del PSOE, también clandestina. El PSC, fruto de esta alianza convertida
en unión, ha sido el mayor instrumento de la clase trabajadora en
Catalunya durante el periodo democrático y alcanzó su cénit en el
periodo de gobierno tripartito, cuando gobernó en Catalunya aliada con
ICV-EUiA y ERC.
Su descenso electoral no se debe, como
constantemente indica su componente profesional (definido como
catalanista) por su supuesto abandono de su sensibilidad catalanista,
sino a su abandono de sus principios socialdemócratas, al incorporar, en
su respuesta a la crisis, las políticas neoliberales también
desarrolladas por el gobierno Zapatero. Ésta es la mayor causa del
declive del socialismo español, incluyendo el catalán, en toda España. Y
tal partido, sorprendentemente, no ha hecho ninguna crítica de aquellas
políticas que llevaron a cabo y que dañaron a las clases populares.
Cada una de las políticas que está siguiendo el gobierno de Rajoy fueron
iniciadas por el gobierno de Zapatero. El hecho de que el gobierno de
Rajoy haya profundizado enormemente en cada una de estas políticas, no
niega que fueron comenzadas muchas de ellas en la época Zapatero. El
socialismo español ha perdido apoyo popular debido a su identificación
con tales políticas. En este sentido, sorprenden varios hechos:
1) La existencia de voces económicas
del PSC, que apoyaron las políticas de recortes de CiU (en el primer año
de mandato del gobierno Mas), dándoles una legitimidad que la coalición
gobernante utilizó hábilmente. Una de tales voces socialistas llegó
incluso a acusar de “demagogos” a aquellas voces de autores de izquierda
que criticaban tales recortes.
2) Que no haya habido un cambio en el
equipo que lidera el PSOE, siendo su dirigente el señor Rubalcaba, la
misma persona que dirigió el desarrollo de tales políticas sumamente
impopulares. La proximidad del PSC al PSOE y la falta de crítica del
primero al segundo han contribuido a su declive electoral.
3) Que el necesario cambio en el PSC
se haya malentendido como un cambio predominantemente generacional,
manteniéndose, sin embargo, las políticas económicas neoliberales que
causaron su declive. En las primeras declaraciones enEl País del
economista Maurici Lucena (segundo en la lista por Barcelona del PSC),
procedente del establishment socialista basado en Madrid, tal
economista, dirigente de la sección económica del PSC, se declaró como
un liberal, hablando de las excelencias del socioliberalismo. Cuando leí
tales declaraciones, pensé en el trabajo del economista Jordi Sevilla
sobre el Nuevo Socialismo (la guía de la Tercera Vía o Zapaterismo), y
que era un canto al liberalismo (ver la crítica que hice de tal postura
en mi libro El Subdesarrollo Social de España. Causas y
Consecuencias.Anagrama. 2006). Tales políticas fueron responsables del
declive electoral del PSOE y del PSC. No hay conciencia en el
establishment socialista español (incluido el catalán) de que la
situación desesperada en la que se encuentran las clases populares en
Catalunya y en el resto de España no se debe sólo a la crisis, sino a la
manera neoliberal como se ha respondido a la crisis (ver el artículo El
impacto de la crisis en las familias e infantes. Publico. 22.11.12), y
ello como consecuencia de la incorporación del pensamiento liberal en el
ideario de los partidos socialistas gobernantes en España y en
Catalunya (en su segundo mandato). El hecho de que los gobiernos de
Rajoy y Mas hayan profundizado en estas políticas no elimina, en la
memoria popular, el recuerdo de que tales políticas se iniciaron en la
época de crisis por el socialismo español, incluyendo el catalán.
No es sorprendente, pues, que el PSC
continuara su declive, perdiendo 50.900 votos, pasando de recoger el
10,7% del electorado a un 10% (descendiendo de 575.233 en 2010 a 523.333
en 2012). Tampoco es sorprendente que los dos partidos que perdieron
más votos en estas elecciones fueran CiU (por haber desarrollado las
políticas neoliberales) y el PSC (por no haberse distanciado de su
pasado y no haber hecho un cambio significativo en sus propuestas
políticas). No hay duda de que el PSC continuará este declive al haberse
desarmado ideológicamente frente a un adversario político cargado de
ideología —el nacionalismo—. La estrategia política del socialismo
catalán y español no debería haber sido luchar en el territorio
ideológico del adversario —el nacionalismo—, sino en la denuncia de lo
que el adversario representa. Es lo que los políticos del Partido
Demócrata de EEUU llaman la estrategia de “lucha de clases” presentando a
las derechas por lo que son, los portavoces de aquellos grupos fácticos
que mandan en el país. Ni el PSC ni el PSOE siguieron tal estrategia,
en parte porque están excesivamente ligados y son dependientes de tales
grupos fácticos, y en parte a no haber hecho una autocrítica y haber
realizado un cambio en sus políticas.
La izquierda radical
Un problema grave en Catalunya y que
demuestra que el abanico electoral esté más sesgado a la derecha que el
español es que no hay un partido de la izquierda radical como es IU. Hoy
no existe una fuerza equivalente a IU en Catalunya. Se me dirá que
existe Esquerra Unida i Alternativa, pero tal grupo político es, en la
práctica, un apéndice de Iniciativa per Catalunya (IC) sin tener ninguna
visibilidad propia. IC es un partido verde, que pertenece al Partido
Verde Europeo del Parlamento Europeo. No es parte de la Izquierda
Europea, el grupo de partidos de izquierda. Sí que lo es EUiA, pero no
tiene ninguna visibilidad. De hecho, el rojo de tal coalición no se ve
por ninguna parte, pues su color es el verde. Y cuando vino Alexis
Tsipras, el dirigente de la coalición radical de izquierdas griega,
Syriza, debido a su relación con Esquerra Alternativa, miembro de la
Izquierda Europea a la cual pertenece Esquerra Alternativa, apareció en
plataformas coloreadas de verde, sin que aparezca ningún rojo.
El tema no son sólo los colores, sino la
visión política. ICV decidió cambiar su pertenencia a las izquierdas
enraizadas en la espléndida historia del PSUC. Fue un error que ahora, y
en estos momentos de crisis, aparece con toda claridad. Ninguna fuerza
ha defendió con mayor intensidad Catalunya, durante la dictadura, que el
PSUC. Y es injusto y un profundo error que el partido de coalición
ICV-EUiA, que se presenta como heredero del PSUC, excluya la visibilidad
del rojo. El hecho de que tal coalición se haya distinguido por su
crítica a las políticas neoliberales del gobierno CiU explica su notable
crecimiento. Y aún cuando el crecimiento de ICV-EUiA es notable (un
aumento de 128.033, debido a la campaña social de ICV-EUiA, más roja que
verde, pasando de recoger el 4,3% del electorado a un 6,8%) el
potencial de crecimiento de tal coalición es mucho mayor si se centrase
en el conflicto social y (sin diluir su verdor) conjugándolo con la
defensa de la personalidad y especificidad catalanas, tal como siempre
hizo el PSUC. Hoy la lucha de clases es más viva que nunca en Catalunya,
en su periodo democrático, una lucha de clases que no sólo incluye la
tradicional —conflicto entre el capital y el mundo del trabajo— que
continúa existiendo, sino también la de una minoría de la población (los
establishments financieros, empresariales, mediáticos y políticos)
frente a una gran mayoría de la población, las clases populares.
Tal fuerza política requiere de un mayor
radicalismo, rompiendo con esta imagen tan injusta, claramente
manipulada por las derechas al referirse a ICV de “buena gente, que van
en bicicleta”. Su radicalismo, con un lenguaje más de denuncia de la
lucha de clases, no centrándose únicamente en las políticas sino los
perpetradores de tales políticas, es lo que ampliaría su apoyo popular.
El enfado popular exige un radicalismo que todavía no aparece en sus
prácticas y en su narrativa.
Una nueva izquierda como soplo de aire fresco con la esperanza de que se convierta en vendaval
Llenando este vacío ha aparecido la CUP
(Candidatura d’Unitat Popular), un soplo de aire fresco, que tiene
características comunes con el 15-M. Un movimiento radical de clara
orientación socialista anticapitalista, de gran atractivo entre los
sectores más explotados en el país, que decidió presentarse a última
hora (sólo un mes antes de las elecciones) y, a pesar del boicot
mediático, consiguió nada menos que 126.219 votos, que representaron un
2,4% del electorado. Uno de los componentes de su ideario, el del
independentismo, puede frenar su conexión con amplios sectores de la
clase trabajadora catalana que no se identifican como tal. Y tal
independentismo puede también dificultar su conexión con otros
movimientos antiestablishment que están floreciendo a lo largo del
territorio español, y cuya complicidad será necesaria para cualquier
cambio profundo que pueda ocurrir en Catalunya. Pero su aparición en la
vida parlamentaria es un gran desarrollo y avance, pues su radicalidad
se necesita (como el aire que se respira) en la vida política catalana.
El peligro sería que la faceta
independentista (diferente a la soberanista), diluya su radicalidad
social, peligro que no es hipotético y que podría ocurrir con ERC,
anteponiendo su independentismo al proceso de cambio profundo del orden
(en realidad desorden) social existente en Catalunya. ERC fue la fuerza
política que mejor canalizó el deseo independentista, conservando su
vocación transformadora, que sería de desear que mantuviera. Aumentó su
respaldo en 277.119 votos, pasando de recoger un 4,1% del voto del
electorado a un 9,4%, pasando a ser la tercera fuerza en cuanto al voto.
Las grandes limitaciones de la democracia en Catalunya y en España: su sesgo profundamente conservador
El hecho de que ERC haya pasado a ser la
segunda fuerza parlamentaria se debe al enorme sesgo conservador del
proceso electoral. En realidad, si el sistema electoral catalán hubiera
sido proporcional (el sistema en que cada ciudadano hubiera tenido el
mismo poder de decisión), CiU hubiera tenido 43 escaños en lugar de 50,
ERC hubiera tenido 19 en lugar de 21, el PSC hubiera tenido los mismos
escaños, 20 (pasando a ser la segunda fuerza política en el país), el PP
hubiera tenido 18 escaños en lugar de 19, Iniciativa hubiera tenido 14
en lugar de 13, Ciutadans hubiera tenido 11 en lugar de 9, y la CUP
hubiera tenido 5 en lugar de 3, pudiendo hacer grupo propio. En general,
tal sesgo electoral ha desfavorecido más a las izquierdas que a las
derechas, como también ocurre en España.
En realidad, sumando todos los votos a
los partidos de izquierda (hay muchos partidos de izquierda que no
consiguen representación parlamentaria), tales votos superan en votos a
los partidos de derecha. La población de Catalunya está más a la
izquierda que sus representantes, una situación que, por cierto, se da
también en España.
El futuro político de Catalunya (y de España)
De tal observación puede derivarse que
falta una coalición amplia de izquierdas que, sin complejos, explicite
un discurso de clase frente al establishment financiero, económico,
político y mediático catalán, el mayor responsable del subdesarrollo
social de Catalunya. Que tal coalición se lleve adelante dependerá de
una profunda transformación de los partidos existentes, estimulados por
la aparición del movimiento radical CUP. Este movimiento —surgido de las
clases populares en Catalunya— ha surgido como parte del hartazgo
existente hacia el establishmentcatalán y también español. Es la única
fuerza que habla del conflicto de clases en Catalunya, y presenta al
establishment político y mediático por lo que es: la defensora a
ultranza de unos intereses de clase. Su presencia en los medios, sin
embargo, ha sido nula. Un boicot y veto dignos de una dictadura
mostrando la gran estafa que es hoy lo que se llama democracia en
Catalunya. Ahora bien, su gran potencial de atracción, sensible al gran
enfado popular, puede actuar como elemento estimulador de cambio entre
las fuerzas políticas con representación parlamentaria.
En cuanto a las izquierdas en España, su
mayor reto es democratizar al Estado español. Sin tal democratización,
ni Catalunya ni España saldrán de la crisis. De ahí que las izquierdas
españolas deberían exigir que la insuficiente democracia representativa
existente en nuestro país se transformara en una democracia
proporcional, auténticamente representativa junto con una democracia
directa con amplio desarrollo de referéndums que permitieran decidir a
sus poblaciones sobre cualquier tema. El “poder de decisión” debe
aplicarse en Catalunya y en el resto de España, sobre todos los temas
que la propia población desee.
E, igualmente importante, debe exigirse
una auténtica pluralidad de los medios (los cuales utilizan un bien
común y público, el aire), rompiendo con la limitadísima diversidad
mediática existente en Catalunya y en España.
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