Nos quieren ver depresivos y sobreviviendo. Nos quieren aplastar.
Los poderosos saben muy bien que la gente empobrecida, parada y excluida, solo tiene en la cabeza sobrevivir y pensar como se las arreglará para comer caliente al día siguiente. No es su preocupación fundamental la de aprender y formarse, sino la de encontrar un jornal, aunque sea de unas horas y por unos euros. No es la reclamación de seguros sociales, ni siquiera la de una educación en condiciones para sus hijos, sino como los podrá calzar y vestir.
Eso lo saben bien los y las poderosas. A cambio ofrecen televisión embrutecedora, esperanza religiosa y competitividad, es decir competición entre los excluidos para ver quien hace méritos para salir como sea del hoyo y así poder consumir más, emular a base de falsificaciones sus marcas de ropa y comprar coches usados, pero rápidos y con potentes altavoces.
El neoliberalismo ha cambiado la vida y la cultura en los barrios y ha dado una nueva esperanza, la del consumo a tu nivel y la de admirar a pedorras y pedorros soeces, pero que siendo incultos, triunfan. La solución es vender y venderse. Saben que su mensaje ha calado y encima que les oprimen, explotan y controlan, muchas y muchos les votan, porque las derechas, los señoritos, necesitan mano de obra y los socioliberales (antiguos socialdemocrátas) hablan un lenguaje que no entienden y sacan unas señoras con pinta de marquesas ha hablar de economía, demostrándoles de esta forma efectiva que ellos no les preocupan. Les preocupan los mercados y los bancos.
Nos quieren machacar, empobrecer, embrutecer, porqué saben que de esta forma nos tienen bajo su bota, o su tacón de aguja. Quieren que seamos sus pobres caricaturas.
Si las izquierdas transformadoras y las gentes del pensamiento critico y alternativo quieren cambiar algo, o iniciar un proceso de recuperación de fuerzas de las clases populares y de organización de las y los de abajo, de las clases trabajadoras, lo primero que deberán hacer es hablar un lenguaje que la gente de los barrios les entienda. Volver a los barrios, pero no como misioneros o misioneras, sino como sufrientes y víctimas que también somos de la crisis del capitalismo y proponer soluciones, visibles y alcanzables, a veces sencillas, pero que permitan algunos éxitos iniciales, porque si no les pareceremos “unos pringaos”.
No es el discurso inenteligible de puro radicalismo infantil lo que nos permitirá articular la lucha ciudadana y la lucha de clases. No serán los liderazgos mesiánicos los que nos harán avanzar más allá de pequeñas islas. Solo el trabajo, el lenguaje sencillo y popular, los liderazgos sociales admitidos, pero jamás impuestos y naturales. Solo el preocuparnos por temas simples y tan esenciales a la vez como el empleo, las pensiones, la educacación y la salud, las prestaciones mejores y más largas en el desempleo, nos hará creíbles.
Identificar al adversario, al enemigo, es clave y los bancos, los ricos que salen obscenamente en la televisión en yates y bodorrios que nosotras pagamos son los chorizos a desprestigiar. También las derechas y todos los que quieren perpetuar este estado de injusticia, viviendo a nuestra costa.
Necesitamos que las personas trabajadoras, paradas y humildes vuelvan a tener orgullo y confiar en sus propias fuerzas. Por eso, apoyar por ejemplo la manifestación del 25 de Septiembre por una vivienda digna, por la dación en pago y denunciando la carroña de los bancos es tán importante. Ese problema afecta a millones de personas, paradas, precarias o quebradas y con una hipoteca a fin de mes, y encima podemos triunfar. Vamos a conseguirlo.
Hay que volver a propuestas tan sencillas como entendibles y no perder tanto tiempo en métodos. Hay que ser operativos, movilizadores y no crear unas nuevas vanguardias separadas, por más que se crea lo contrario, de las prácticas, vivencias y pensamientos de las y los vecinos de los bloques de VPO, las antiguas barriadas sindicales, los patronatos de Santa Adela o las casas baratas.
La unión hace la fuerza y para todo esto, los movimientos sociales, ciudadanos, de genero, los sindicatos y los partidos y agrupaciones políticas de izquierdas y antineoliberales, deben converger. La calle debe volver a llenarse y el 20N no errar el tiro. Los poderosos ya saben lo que harán ocurra lo que ocurra tras las elecciones, además la banca nunca pierde.
Un consejo mío (con perdón): si queréis saber si alguien que os pide el voto quiere cambiar las cosas o no, preguntadle que quiere hacer con el poder financiero, si desea controlarlo y enfrentarse a él, no con demagogía sino con realismo. Preguntádle si quiere constituir la banca pública. Preguntadle si propone eliminar las SICAV y hacer una reforma fiscal progresiva y redistributiva, pero de verdad. En estos momentos esto es clave para saber si nos dicen la verdad, o si nos quieren dar gato por liebre.
No nos deprimamos. Los barrios están llenos de personas paradas y deprimidas, y ese es el triunfo de los capitalistas, los poderosos y sus cipayos.
Carlos Martinez Garcia - ATTAC Andalucía
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