martes, 3 de diciembre de 2013

HASTA SIEMPRE, FERNANDO ARGENTA

 

El divulgador musical Fernando Martín de Argenta Pallarés ha fallecido hoy a los 68 años. Nacido en Madrid en 1945, fue creador, director y presentador de Clásicos populares, en Radio Nacional y El conciertazo, en Televisión Española. Argenta, cuarto de cinco hermanos, fue el único hijo varón del director de orquesta Ataulfo Martín de Argenta, fallecido en enero de 1958, y de la pianista Juanita Pallarés.
Cursó la carrera de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, gracias a una beca que le concedió la orquesta Suisse Romande. Además, poseía estudios de grado superior de Música de piano y armonía, realizados en el Real Conservatorio de Madrid, pero los dejó a falta de los dos cursos de composición.
Fernando Argenta perteneció en los años sesenta al grupo de rock Miky y los Tonys, en que el tocó la guitarra, y, posteriormente, comenzó a dirigir orquestas, en un principio para escolares y a partir de noviembre 1981 para público adulto. En 1971 entró a formar parte de la plantilla de Radio Nacional de España, donde realizó múltiples programas, entre los que destacan: Circuito nocturno, Nocturno español, Madrugada y Para los jóvenes.
Pero fue con Clásicos populares, cuyas emisiones inició el 13 de abril de 1976, con el que consiguió gran relevancia por el lenguaje cercano y ameno que utilizaba para divulgar la música clásica. Argenta compartió micrófono con Beatriz Pecker, José Manuel Rodríguez Rodri y Araceli González Campa, desde abril de 1984 hasta su prejubilación en febrero de 2008.
En noviembre de 1986 fue nombrado director de Radio-3 de Radio Nacional de España, cargo que desempeñó durante dos años. Y en octubre de 1988 se hizo cargo de la dirección de Radio-1, de la misma emisora, donde solo se mantuvo unos meses y en el que le sustituyó Alicia Fernández, en febrero de 1989. Más tarde, regresó a la dirección y presentación de Clásicos populares, espació que tenía registrado.
Compatibilizó esta tarea con la dirección de conciertos para niños, y en 1994 con la de asesor musical de la serie de dibujos animados para TVE La Banda de Mozart (1994) y la dirección y presentación Zarzuelas en las calles de Madrid.
En 1996, al cumplirse el vigésimo aniversario de Clásicos Populares, RTVE sacó al mercado el primer disco que lleva el nombre del programa, al que le siguieron en años sucesivos otros discos, algunos de los cuales obtuvieron varios discos de platino. Desde el 4 de marzo de 2000, presentaba y dirigía también en La2 de TVE el espacio El conciertazo, dirigido a los niños y en el que explicaba el significado de la música clásica con la interpretación de piezas y la puesta en escena de elementos de la danza.
Afectado por un expediente de regulación de empleo en RTVE, en diciembre de 2008 dejó el grupo de comunicación estatal, aunque entonces reconoció que le hubiera gustado continuar al frente de estos espacios (32 años en Clásicos populares y nueve en El conciertazo), de los que también realizó sendos libros en 1998 y 2008, respectivamente.
Desde el 10 de abril de 2008 era director artístico de la Fundación Magistralia, creada en 2000 para la promoción y la difusión de la música clásica y el jazz, puesto en el que sucedió a Emilio Aragón. Además, era miembro del jurado que otorga el Premio Príncipe de Asturias de las Artes desde la edición de 2001.
Junto con su amigo y compositor Fernando Arbex, el 15 de julio de 1998 dirigió a la Orquesta Filarmónica de Londres en la grabación del Belén 2000. Himno de la Vida, encargado por el líder palestino Yaser Arafat para la celebración del año jubilar.
El poema sinfónico fue estrenado mundialmente el 1 de julio de 2000 en la localidad segoviana de Pedraza, ocasión en la que Argenta compartió la batuta con Max Bragado al frente de la Sinfónica de Castilla y León y el Orfeón Donostiarra.
En 2010 presentó su libro Los clásicos también pecan, en el que acercó la vida privada de 13 grandes genios de la música clásica, y en 2011 Pequeña historia de la música, con ilustraciones de Jvlivs. Asimismo, consiguió varios premios por Clásicos Populares, entre ellos el Ondas de Radio 1980, el Jean Antoine Triumph Varietè de 1978, la Antena de Oro de Radio de 1988, el Ondas Internacional de Radio 1991 y el galardón al mejor Programa Infantil de los Premios de la Academia de la Televisión de 2007.
En diciembre de 2003 el Gobierno le concedió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. El 22 de agosto de 2013, en una entrevista con Efe, reconoció su "frustración" porque el nombre de su padre se iba olvidando, y por la ignorancia que hay sobre la fulgurante carrera de director de orquesta que pudo haber tenido si la muerte no la hubiera truncado.

Fernando Argenta, el mago de la música clásica

Fernando era una de esas personas a las que no cuesta trabajo envidiar. Estudió con éxito, fue joven músico en un grupo de moda en los sesenta, triunfó en la radio a la primera, se casó con Toñi, una belleza por dentro y por fuera, tuvo un hijo maravilloso, Ataulfo, para recordar así siempre a su padre, y en su trabajo siempre fue querido y admirado, además de reconocido con todos los premios que se pueden conseguir en nuestro país ¿Cómo no envidiarlo con esa envidia sana que nos ayuda y nos empuja a ser mejores y progresar?
Rebusco en el trastero de mi memoria donde se amontonan tantos recuerdos de estos últimos años en los que hemos trabajado juntos y veo que todos los relacionados con él me han hecho mejor persona. Caminar en su compañía por el mundo de la divulgación musical ha sido un placer y un privilegio, quiero darle las gracias por dejarme compartir con él camino y experiencias.
Fernando siempre tuvo el corazón atrapado por sus oyentes y en especial por sus niños y fue un mago sin chistera que con su creatividad en el trabajo de cada día convirtió siempre sus conciertos, con música en vivo y en directo, en unas fiestas para los niños que asistían expectantes a cada una de sus sesiones, esperando la sorpresa con que les sorprendía en cada uno de ellos.
Siempre creyó en lo que hacía y por eso seguramente lo hacía bien. Con él aprendimos que la música clásica debería ser una cosa normal y no una extraordinaria y que la buena música sirve a mucha gente sensible musicalmente para elevar el espíritu y a otros, menos melómanos, simplemente, para poner algo de pomada al alma.
A pesar de su enfermedad y su progresivo deterioro físico, nunca se dejó vencer por el pesimismo y siempre perteneció a ese selectivo grupo de gente que hace cambiar las cosas en pequeña o gran medida, desde su música y su optimismo desbordante. Persona comprometida, siempre aportó su granito de arena desde su micrófono, en sus conciertos y últimamente desde sus libros de educación musical, que ayudan a crecer a sus oyentes y lectores en su cultura y en su buen gusto por la música de calidad.
Su hueco no será fácil de llenar, hay personas que son irremplazables aunque su puesto lo ocupen otras personas válidas. Siempre podremos presumir de haberlo conocido y haberlo tratado. Se apagó su vida, pero su estrella seguirá brillando.
Su última lección magistral fue la serenidad y dignidad con que afrontó su enfermedad y su profesionalidad y responsabilidad cumpliendo con el compromiso que tenía con la editorial hasta dejar el trabajo entregado y cumplimentado hasta en los más mínimos detalles. Mi andadura personal al lado de Fernando ocupará para siempre un lugar preferente en mis recuerdos positivos y espero que se note lo que aprendí a su lado en mis actuaciones cotidianas y en mis futuros trabajos editoriales.

El arte de contagiar la música de Fernando Argenta

Demostró que el rigor casa perfectamente con el sentido del espectáculo, que el humor ensalza mucho más a los genios que la pomposidad destilada habitualmente por ciertos prebostes de la música, que la jovialidad, el encanto, el carisma, son armas de comunicación más efectivas que la rigidez y la gravedad, que los vicios pueden ser más atractivos que las virtudes y que, en fin, por muy celestial o solemne que fuera la música de Bach, por muy insuperable o sublime o fuera de este mundo que resultarán los sonidos creados por Wagner, por Mozart, nunca había que olvidar que se trataba de seres humanos, con sus defectos, sus bajezas, sus escatologías, sus miserias, perfectamente compatibles con el arte.
Quizás porque antes que en nada, Fernando Argenta era un experto en la vida, apasionado, fascinante, culto, gracioso, esencialmente bueno, supo transmitir como nadie el placer de su oficio en beneficio de quienes devorábamos tarde a tarde su magistral sentido de la comunicación en Clásicos populares, en hora más o menos punta, de lunes a viernes. En el programa de Radio Nacional estuvo 32 años, desde 1976.
Transmitió el virus de la gran música a, lo menos, tres generaciones y más de un niño de los que ahora se encuentran en plena adolescencia ha entrado quizás en un mundo que otros se empeñan en demostrar complejo cuando no lo es en absoluto, gracias a sus locas y contagiosas mañanas a cargo de El conciertazo, en La dos de TVE.
Luego fue víctima de un plan nada exquisito de amputación de talentos en el ente. Le prejubilaron por edad, que no por méritos y sus seguidores quedaron huérfanos de su exquisita manera de concebir el oficio. Periodista, melómano, hombre orquesta, medio rockero, se contagió de la música desde la cuna. Su padre, Ataulfo Argenta, se lo supo transmitir desde niño, lo mismo que a sus cuatro hermanas. No en vano ha sido el director español más importante y del que en este año de 2013 se ha celebrado el centenario de su nacimiento en Castro Urdiales (Cantabria).
De Argenta a Argenta, se dio un cordón umbilical curioso que ha resultado fundamental en los últimos 70 años de la historia musical española para crear, fomentar y consolidar públicos incondicionales. Su progenitor se encargó de sembrar en mitad del desierto franquista la afición a un arte huérfano, amputado y cautivo. Labró una carrera internacional con las cualidades del director perfecto: ambición en los repertorios, exquisita sensibilidad, eclecticismo en la variedad de géneros –de la zarzuela a la escuela de Viena, nada se le resistía- y un carisma interior, irresistible para los músicos, y exterior, absolutamente seductor para el público.
La pasada semana, Fernando pudo saber e incluso celebrar ya en mitad de sus últimos suspiros junto a Toñi, su esposa y Ata, su hijo, que el Ayuntamiento de Santander dedicaba una calle a la memoria de su padre. Fue un gesto ejemplar de civismo cargado de simbología por parte de la corporación municipal liderada por Íñigo de la Serna. La ciudad se la arrebataba a un golpista como el general Mola y se la entregaba al músico que alentó, entre otras cosas, la creación del Festival Internacional de Santander. Su hijo pudo vivir para disfrutarlo.

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