viernes, 13 de marzo de 2009

Asociación de pastores (CIFU)

Una de las señas de identidad de nuestros tiempos es la absoluta indefensión que tienen los 'consumidores' ante la voracidad absoluta de las grandes empresas que revolotean a su alrededor como buitres, buscando los despojos, ávidos de meter mano a cualquier precio en la deuda insufrible que los ciudadanos pagamos y soportamos a veces, por el mero hecho de obtener un servicio del que ni siquiera somos conscientes.
De hecho, el término 'consumidores' que se nos aplica a los ciudadanos tiene un componente que poca gracia me hace, si analizamos la extensión del significado. Yo no quiero ser un consumidor. Soy una persona que hace uso de los bienes y servicios que ofrece la comunidad, sin tener la intención de consumirlos, es decir, acabar con ellos con la conciencia de quien consume una vela.
Así saltaron a la luz hace ya algunas semanas las denuncias de cómo las llamadas a determinados teléfonos de línea 900 a concursos y sorteos de esos tipo «chocolate del loro te haces rico al instante llamando a este número», lo que te dejaban era una factura que sí te consumía a ti, caso que padecí en mis carnes por la llamada ingenua y camuflada de uno de los niños de mi entorno.
Ahora salta a la luz el caso extremo de la hija de una concejala del PP de Getafe, que ha acumulado en la deuda de 33.000 euros en cinco meses descargando en Internet capítulos de sus series 'favoritas' a cuenta de la tarjeta de acceso a la Red que tenía asignada su madre como herramienta de trabajo. La concejala ha explicado que cuenta en su domicilio con tarifa plana de Internet, aunque en el dormitorio de la hija «no llega el wifi». La concejala ha dicho que veía con normalidad que su hija estuviera con el ordenador, sin percatarse de que le había cogido la tarjeta del Ayuntamiento. La pregunta del millón es cómo se pueden llegar a fundir más de cinco 'kilos' en cinco meses haciendo uso de una tarjeta de internet 3G, si una tarifa plana en esta modalidad puede oscilar entre los 15 y los 50 euros al mes.
Las tarifas y la velocidad a Internet en este país son una vergüenza y de las más caras, siendo Telefónica el operador más dominante y caro de Europa, denunciado con casi 300.000 firmas llevadas a Bruselas.
Jesús Cifuentes - el norte de Castilla -

Todos con Hassane

Con 21 años se jugó la vida a una carta. Cuando se subió a aquella patera dejó atrás su tierra, Mauritania y, con ella, un hijo, nueve hermanos y una madre que no hace más que "darme ánimos y decirme que luche por lo que quiero". Han pasado tres años desde que El Hassane Moctar llegó de madrugada a una playa de Fuerteventura. Por el camino quedan sus días por media España trabajando como albañil, temporero o pescador, hasta que recaló en Marín el año pasado. Fue en Cáritas donde la policía le localizó y, tras constatar su situación irregular, le asignaron un abogado de oficio para recurrir la orden de expulsión. No consiguió comunicarse con el letrado, así que "cogí mis papeles y fui a buscar otro". Le asignaron a Beatriz Cal, agradecido porque le "explica las cosas". Ayer, una nube de cámaras y fotógrafos los rodearon al bajar del autobús fletado desde Cangas y, entre abrazos a quienes esperaban ante el juzgado de Pontevedra, apenas pudo articular palabra.

Hassan espera el veredicto que podría expulsarle 5 años de España
"El rapaz es muy bueno y yo también tuve familia emigrante"
Durante la vista, Cal solicitó que se anulara la orden sobre la base del nivel de integración del joven, acogido por una familia de O Morrazo, su conocimiento del idioma, las ofertas de empleo y el apoyo de la comunidad. Para ratificarlo aportó más de 5.000 firmas de apoyo y diversos recortes de prensa que no admitió la jueza. El único testimonio fue el de Jessica Veiga, hermana adoptiva de El Hassane que corroboró su buen trato con todos.
La abogada concluyó su argumentación destacando el "comportamiento ejemplar" del mauritano. Si bien el abogado del Estado no lo puso en duda, sí lo consideró "irrelevante" ya que la orden de expulsión, dijo, se fundamenta en "una permanencia irregular" en España y la "carencia de todo intento por regularizar" esta situación. Ya fuera de la sala, El Hassane explicaba que su primera preocupación cuando llegó fue "el idioma". "Lo pasé un poco duro, cuando llegas no sabes nada, no conoces nada" y, afirma, "me dijeron que podía estar 3 años para arreglar los papeles" pero "yo no sabía adónde tenía que ir ni qué tenía que hacer". El proceso judicial puede desembocar en la expulsión por 5 años o en una sanción entre los 300 y los 6.000 euros.
El gesto contenido y la mirada perdida denotaban ayer la frustración de "la familia y los amigos". Conoció a Isaac, su "hermano", un fin de semana y le integró en su pandilla de veinteañeros. Cuando se quedó sin techo el padre de Isaac le llamó. "Me dijo: 'Prepara tus cosas, vamos a buscarte". Hace seis meses que vive con ellos. Cuando se le menciona a la abuela Dolores, de 95 años, se le escapa la sonrisa. "Lo primero que hace por la mañana es preguntar por mí".
Ahora, "hay que mirar al futuro". Y para él pasa, necesariamente, por ayudar a su familia. Un trabajo aquí le permitiría volver a Mauritania en vacaciones para darle una alegría a su madre. "Soy su hijo mayor". También piensa en ayudar a sus hermanos para que estudien: "Yo no pude". Se niega a que alguno de ellos haga la triste travesía. "Fueron cinco días y cinco noches" de temporal con 30 personas en una balsa que "se rompió". Una lona para parcheó un agujero en el fondo. Aún recuerda el frío.
Su amigo Pedro dice que El Hassane "es esperanza, es vida". Gerardo entiende "el miedo" del inmigrante porque "se la juega a cara o cruz". Pero, dice, "si esto no sale bien, así no se va a quedar". Con él coinciden el resto de amigos gallegos, que destacan "lo atento que es con todos". Ante el juzgado sostienen cartulinas con lemas como éste: "Somos distintos, somos iguales". Y en el suelo una gran pancarta donde estampan sus manos empapadas en pintura negra. Incluso Josefa, de 70 años, hinca las rodillas para dejar su firma: "El rapaz vino con las manos en los bolsillos pero es muy bueno y lo queremos mucho. Yo también tuve familia emigrante".
Hasta que la magistrada se pronuncie, el joven afronta la espera "tranquilo y con la cabeza alta". "Ya no depende de mí; sé que la gente de aquí me quiere y eso nunca lo voy a olvidar". En Cangas ha encontrado el futuro que le empujó a cruzar el Estrecho en compañía de un amigo de la infancia que encontró su sitio en Murcia. Con cuatro ofertas de trabajo entre manos, El Hassane no puede dar ni un paso hasta que la jueza no decida y, mientras, no le pasa el tiempo para volver a echar las redes.

Se le rompe a uno el corazón,
Anina