martes, 4 de diciembre de 2012

La predecible sorpresa del establishment mediático en Catalunya (VICENÇ NAVARRO)

Artículo publicado por Vicenç Navarro en el diario digital EL PLURAL, 2 de diciembre de 2012

Este artículo señala que, en contra de lo que se ha indicado en los medios de mayor difusión en Catalunya, los resultados de las últimas elecciones eran muy predecibles tal como algunos autores indicamos. El establishment mediático en Catalunya está muy centrado en sí mismo y comparte una percepción de la realidad muy distinta a la que ocurre entre la gran mayoría de la ciudadanía.

Uno de los grandes perdedores de las elecciones del pasado domingo fue el establishment mediático catalán (constituido por los columnistas y tertulianos de los mayores medios radiofónicos, televisivos y escritos en Catalunya) que establece, reproduce y promueve la sabiduría convencional en Catalunya. Tales medios y las encuestas de predicción de voto habían predicho que habría un gran crecimiento del partido gobernante CiU, percibido como el máximo beneficiario del movimiento definido como independentista que había presentado su máxima fuerza en la manifestación del 11 de septiembre. Según tal visión de la realidad, el candidato Mas iba a barrer e incrementar masivamente su apoyo electoral, liderando el país hacia la independencia.

Este establishment mediático es lo que en inglés se llama “clubish”, es decir, muy cerrado a sí mismo, con una extracción social muy limitada (clase media profesional de renta alta), que en su gran mayoría está poco conectada con las clases populares, siendo su mayor audiencia la de perfil nacionalista conservador, muy leal a los medios nacionalistas. Es, por lo general, de persuasión liberal (en las esferas económicas, neoliberal) y profundamente anti-izquierda. Utilizan los servicios privados (la mayoría van a la medicina privada cuando caen enfermos y envían a sus hijos a las escuelas privadas, subvencionadas por la Generalitat). Muchos de ellos veranean en La Cerdanya o en el Ampurdán (la Toscana de Catalunya) e, independientemente de su sensibilidad política, todos socializan en círculos semejantes.

Tal establishment sufrió un shock el pasado domingo. No esperaban que el partido CiU retrocediera y, todavía menos, que perdiera tanto. Inmediatamente, tal establishment se movilizó para intentar explicar tal sorpresa. Y ahora la explicación dominante es que sus encuestas y sus predicciones eran válidas. Lo que había ocurrido era, o bien un cambio a última hora del electorado, o un aumento del voto procedente de la población normalmente abstencionista, que habría expresado un voto de castigo al candidato Mas.

En realidad, era bastante fácil de predecir lo que iba a ocurrir como señalé en mis artículos “La gran estafa en Catalunya, parte I y parte II”, publicados en Público. Las derechas, tanto catalanas como españolas, intentaron centralizar el debate político en el tema nacional. Y los más beneficiados no fueron CiU (como esperaban), sino ERC (que se percibió como la alternativa más comprometida con el independentismo catalán), y Ciutadans, que era la voz más extrema del españolismo, y que tuvo como único lema el de defender la unidad de España. El PP tenía un bagaje más complejo, identificándosele con el gobierno central y sus políticas de austeridad, lo cual limitó su capacidad de movilizar el voto españolista de clase trabajadora (ver el análisis detallado de las elecciones en Catalunya en “¿Qué pasó en las elecciones catalanas?” (Publico. 29.11.12)

Pero además del eje nacional, estaba el eje social, que explica el bajón de la derecha catalana, responsable de las políticas más neoliberales que Catalunya haya conocido. Y los partidos que más se beneficiaron de ello fueron ICV-EUiA, que había hecho de su propuesta electoral la denuncia de aquellas políticas, y una nueva fuerza, con gran posibilidad de crecimiento, la CUP, con un mensaje radical anti establishment. Lo que atrajo, principalmente entre la juventud, a tal opción política, era su radicalismo social, más que su independentismo.

Los socialistas continuaron descendiendo, resultado de que no han hecho una autocrítica de las políticas neoliberales que los gobiernos socialistas catalán y español habían realizado en su respuesta a la crisis. En realidad, las políticas impuestas por Rajoy y Mas eran una continuación (y considerable expansión) de las iniciadas por los socialistas. La excesiva identificación del PSC con el PSOE contribuyó a esta sensación de inmovilismo, resultado de la falta de conciencia existente en la dirección del PSOE y del PSC de la impopularidad de sus políticas. Es sorprendente que se eligiera como máximo portavoz económico del PSC a un economista del establishment socialista basado en Madrid, que en declaraciones en la prensa, se definió como un liberal. Parece que la dirección del PSC no ha entendido el porque está descendiendo su apoyo electoral. Su descenso no se debe, como los catalanistas le acusaban, a no ser suficientemente soberanistas, sino a no haber hecho una autocrítica y haber cambiado 180º muchas de sus propuestas económicas y sociales.

Tres últimas observaciones. Las derechas en España y muchas izquierdas han interpretado el castigo a Mas como el fin de lo que llaman el secesionismo, mostrando, una vez más, que no entienden la situación en Catalunya. En primer lugar, el derecho a decidir no es homólogo al independentismo. Una gran parte de la población que favorece el derecho a decidir, no es intrínsecamente independentista. Como tampoco toda la gente que fue a la marcha del 11-S eran independentistas. Que el voto a favor del derecho a decidir lo sea o no dependerá más del establishment político-mediático español que de la población catalana. Miles de catalanes que no deseaban la separación de Catalunya de España, hoy lo desean. Si tal establishment no varía y no acepta la plurinacionalidad de España, Catalunya terminará siendo independiente.

El segundo punto es que el movimiento a favor del poder de decisión está hoy más liderado por el centro izquierda y por las izquierdas que antes, con lo cual, la dimensión social adquirirá una mayor dimensión. Sería de desear que, como he ido subrayando en varios artículos, el floreciente movimiento anti establishment que existe a lo largo del territorio español enfatizara la exigencia de democratizar España, demandando el derecho a decidir del pueblo español, incluyendo el catalán, en cualquier tema que la población desee. Los fundadores de la democracia española tenían miedo a la ciudadanía. De ahí la nula capacidad, por ejemplo, de hacer referéndums en España. La lucha por la España y por la Catalunya Social pasa por el cambio profundo de la muy limitada democracia en ambos lados del Ebro.

El tercer punto es que el descrédito de las instituciones políticas es también extensivo a las instituciones mediáticas, lo cual ocurre tanto en Catalunya como en el resto de España. En Catalunya, su carácter ideológico, más que analista e informativo, fue el que guió sus predicciones, encuestas y columnas. Josep Ramoneda, miembro de tal establishment, con sensibilidad progresista, escribía un artículo en El País “El paréntesis y la dura realidad” (26.11.12), en el que se refería a la uniformidad de tal establishment mediático en Catalunya, indicando que no había leído ni un artículo que contemplara tal batacazo de CiU. Tal expresión habla de él y del establishment mediático catalán de una manera elocuente. El hecho de que ni él ni el establishment leyeran otros puntos de vista no quiere decir –como él erróneamente asume- que no los hubiera. Algunos de nosotros –con difícil acceso al establishment mediático- denunciamos lo que estaba ocurriendo como La Gran Estafa, que se ha mostrado con toda claridad en el resultado de las elecciones, elecciones realizadas bajo unos términos y controles mediáticos que fueron insuficientes para que la realidad pudiera mostrarse por lo que es  (véase “La gran estafa en Catalunya, Partes I y II” en Público). Hoy, más y más, las instituciones del establishment, tanto político como mediático, están perdiendo credibilidad al haber otra cultura mediática alternativa que cuestiona la sabiduría convencional, y que está respondiendo con más sensibilidad a los intereses de las clases populares. Éstas están mucho más adelantadas y son mucho más progresistas que estos establishments mediáticos y políticos, que están perdiendo su habilidad de mantener tal sabiduría convencional, la cual es contrastada y contradicha por la realidad del país, que muestra no sólo sus insuficiencias, sino también su falsedad.

A la patronal se le ve el plumero (JUAN TORRES LÓPEZ)

Publicado en Público.es el 4 de diciembre de 2012

La detención del anterior presidente de la patronal española, acusado ahora de blanqueo de dinero, alzamiento de bienes e insolvencia punible y tras una larga serie de escándalos empresariales protagonizados incluso bajo su mandato, es un buen motivo para reflexionar sobre el papel que los empresarios y sus dirigentes patronales desempeñan en nuestra sociedad.

En cualquiera que sea el sistema económico con el que uno se identifique (capitalismo, socialismo, comunismo…) la empresa tiene una función esencial. Entendida como la organización que se dedica a la producción de bienes y servicios no tiene sustituto posible en la inmensa mayor parte de los casos que conocemos, bien sea poniéndolos a disposición del mercado, del estado, de la colectividad por cualquier otro medio, o de alguna autoridad central. Es verdad que no es la única forma de obtenerlos pero sí que resulta prácticamente insustituible a poco que los procesos de producción se hagan algo complejos.

Sin embargo, la ignorancia y el papanatismo ideológico que tanto abundan han generado una confusión muy habitual que ha hecho que la empresa, y por ende la figura del empresario (o empresaria, porque creo que cuando se habla de empresas es cada vez más necesario subrayar el papel de las mujeres) sea muy mal comprendida y mucho peor apreciada. Tantos los izquierdistas de salón como los defensores fundamentalistas del capitalismo suelen identificar erróneamente a los empresarios con los capitalistas y más concretamente con el tipo de capitalismo que impera en cada época o en cada economía. Un error manifiesto porque es obvio que puede haber empresas en donde la propiedad no sea la privada o incluso empresas puramente capitalistas en donde los valores o la forma de gestión de los recursos predominantes no esté guiada exclusivamente por la avaricia o el afán de lucro. Una confusión aciaga y que tiene mucha más trascendencia de la que pudiera parecer cuando la difunden personas de gran influencia pública.

Para crear riqueza y empleo y para proporcionar ingresos y satisfacción a los seres humanos son imprescindibles las empresas y puede ocurrir que nada de eso se consiga en la medida necesaria si unos las rechazan porque ven en ellas a su enemigo capitalista y si, al mismo tiempo, otros entienden que lo único que hay que hacer para fomentarlas es fortalecer el capitalismo y, en particular, un tipo de empresa capitalista (jerárquica, social y ambientalmente irresponsable, empobrecedora, o ineficiente por muy rentable que sea) con el que es muy difícil que la inmensa mayoría de la sociedad se sienta identificada.

Lo primero le pasa a muchos sindicalistas y líderes políticos de izquierdas, que no se dan cuenta de que entre los empresarios (por ejemplo los que ahora están realmente al borde del abismo por culpa de los bancos y de las grandes empresas) pueden tener a muchos aliados, o que si se dedicaran a promover la creación de empresas de otro tipo (cooperativas, sociedades laborales, autogestionadas, etc.) avanzarían mucho más aceleradamente hacia la sociedad alternativa a la que aspiran.

Lo segundo es lo que creo que le viene pasando a la patronal española en los últimos años. Ha estado y está dominada por personas cuya trayectoria no ha sido precisamente la que podría servir a la sociedad como referencia de la excelencia, el riesgo y el buen hacer productivo de un empresario ejemplar. Y no me refiero solo a sus presidentes sino a los más de 35.000 liberados (por cierto, casi 8,5 veces más de los que tienen los sindicatos) que mantienen las diferentes organizaciones patronales.

El caso de Gerardo Díaz Ferrán es una muestra paradigmática de ello. Es decir, de que la patronal española refleja a un tipo carpetovetónico de empresario que tiene muy poco que ver con el que de verdad crea riqueza y con el que sería necesario promover para lograr que en nuestro país nos liberásemos alguna vez de la mentalidad dependiente y del terrible “¡que inventen ellos!”.

Ferrán y tantos otros empresarios instalados en la cúpula del poder empresarial, son en realidad buscadores de rentas que defienden el mercado cuando hablan ante los micrófonos pero que solo saben ganar dinero aliándose con la clase política más corrupta y que solo compiten a la hora de dar comisiones. Son los que piden austeridad a los demás pero que inflan las cuentas del Estado cuando se quedan con contratos públicos gracias a los políticos a los que han comprado. Son los que dicen que los servicios públicos son insostenibles mientras se llevan a espuertas el dinero que han ganado a costa de su militancia política a paraísos fiscales para no pagar impuestos.

Los líderes de la patronal que no tienen en la boca propuestas distintas a reducir salarios, como Díaz Ferrán, son en realidad enterradores de empresas y no verdaderos líderes empresariales. Con tal de sacarle las castañas del fuego a las grandes compañías de quienes reciben votos, favores y dinero a mansalva, vienen defendiendo políticas económicas que han arruinado a miles de pequeños y medianos empresarios que son los que realmente crean empleo porque la desigualdad a la que dan lugar arruina sus mercados y destruye sus clientelas.
¿Cuándo hemos oído a un dirigente empresarial español reclamar a sus colegas que hay que investigar más, que hay que ser creativos y producir con calidad, que la asunción del riesgo y la innovación es lo que distingue a una buena empresa y no el número de pelotazos conseguido o el número de despidos, y que no basta con bajar sueldos para ser competitivos?

Los dirigentes de la patronal española están continuamente diciendo que tiene que haber más empresarios y critican que los jóvenes no quieran serlo.

Yo estoy completamente de acuerdo con esa demanda aunque entiendo perfectamente por qué no hay más empresarios y empresarias en España. De hecho, lo hablo a menudo con los jóvenes a quienes enseño en la universidad o con los que trato en otros lugares.

A mi juicio hay dos grandes problemas que lo impiden. El primero es que no hay capital suficiente. Los dirigentes de la patronal olvidan a menudo que para que haya empresarios no basta con que existan herederos. Es imprescindible que haya dinero, aunque no sea lo único que hace triunfar un proyecto empresarial, y eso no es lo que se consigue precisamente con las políticas que defienden. Pero también otro tipo de capital muy importante: social, cultural, relacional, también buena educación, formación adecuada, ingenio en el ambiente social. Y resulta que la política que viene defendiendo la patronal española destruye este capital. Se dedica solo a privilegiar el que ya dispone una ínfima parte de la población o a financiar medios de comunicación y centros de estudio como negocio que adocenan, desmotivan y maleducan. Y, como en estos últimos años, a proporcionar dinero fácil a base de especular y de estafarse unos a otros.

El segundo problema es también determinante. Mientras que los líderes de la patronal se presenten a la sociedad como cancerberos de la derecha, como escuderos de los proyectos políticos más reaccionarios y conservadores, o mientras sean simples delincuentes, como en el caso de Ferrán, mientras a los líderes de la patronal se les vea tanto el plumero político ¿cómo vamos a pedir que haya más empresarios entre todo tipo de jóvenes o entre personas honestas de todas las tendencias?