En el día de Villalar es de justicia recordar a Valdeón, Represa y Delibes, que abandonaron, por este orden, un escenario cultural donde fueron figuras emblemáticas, portavoces de su época azarosa y esforzados intérpretes de las inquietudes de su tierra
En el año transcurrido desde la última conmemoración de Villalar nuestro panorama cultural e intelectual se ha visto afectado por la partida sin retorno de tres de sus personajes más señeros. Julio Valdeón, Amando Represa y Miguel Delibes han abandonado, por este orden, el escenario en cuyo panorama cultural fueron figuras emblemáticas, portavoces representativos de una generación que en su madurez se vio profundamente modelada por los cambios ocurridos en la vida política española, lo que les convierte en testigos vigilantes de su época azarosa y esforzados intérpretes de las inquietudes, zozobras y momentos de esperanza que la caracterizaron. Constituyen, en mi opinión, tres referencias intelectuales básicas que se suman a cuantos maestros -¿cómo olvidar en esta ocasión, y entre otros muchos, a Jesús García Fernández o Santiago de los Mozos?- han dejado una huella intelectual que permanece indeleble y a la que de cuando en cuando conviene recurrir para seguir cimentando sobre pilares consistentes lo que nuestra comunidad autónoma significa, más allá de las simplificaciones de que a menudo es objeto o de los juicios de valor que, condicionados por la intencionalidad con que se plantean, pudieran inducir a una interpretación sesgada de la realidad.
De ahí que evocar sus nombres en el año de su muerte resulte pertinente a propósito de la oportunidad que brinda la efeméride de Villalar para reflexionar sobre lo que ha sido y lo que ha de ser ese proyecto de convivencia que se identifica con Castilla y León y que todavía permanece abierto a debates e incertidumbres que creíamos superados o, cuando menos, reducidos a una dimensión meramente testimonial después de casi treinta años de singladura. Se trata de una perspectiva más que suficiente para asumir como propias las posibilidades de un horizonte compartido en el que sólo el esfuerzo común puede deparar resultados satisfactorios frente a desafíos que ni son fáciles ni pueden ser afrontados sin la debida cohesión en el seno del propio territorio y entre quienes ostentan cuotas de responsabilidad pública y privada.
¿Hasta qué punto es posible extraer de las inquietudes intelectuales plasmadas en las obras de Valdeón, Represa y Delibes ideas que merezcan ser tenidas en cuenta en el proceso de reflexión que conviene plantear tanto para el mejor entendimiento de la comunidad autónoma como con la mirada puesta en su propio reafirmación? No son pocas las lecciones que cabe extraer de un legado cultural impresionante cuyo interés, amén del reconocido en otros escenarios, radica en el hecho de ofrecer pautas de gran utilidad como compromiso cívico y como modo de entender y analizar la realidad de la que partían precisamente sus inquietudes. En síntesis podrían ser interpretadas como la expresión de un mensaje común articulado en torno a tres ideas principales.
La primera de ellas nos remite a la defensa de una actitud caracterizada por la independencia de criterio o, lo que es lo mismo, por la libertad de pensamiento a la hora de situarse ante los temas abordados. Es sin duda la postura a que inevitablemente conduce una visión que concibe la labor intelectual como la manifestación de un empeño por aproximarse a la verdad sin las restricciones del prejuicio o el condicionamiento predeterminado. La comprensión de los hechos con un enfoque crítico, irreductible a la banalidad de los tópicos al uso, se convierte así en el procedimiento utilizado cuando de abordar seriamente un problema se trata. Ya ha advertido Umberto Eco que la responsabilidad de quien se enfrenta a un fenómeno o a un hecho que desea desentrañar ha de estar marcada, desde el principio hasta el final del proceso, por el propósito de no mediatizar la reflexión por nada que pueda alterar la coherencia del método empleado, ya que sólo así es posible obtener resultados que mejoren el conocimiento del hecho y ayuden a avanzar en su comprensión.
En segundo lugar, nuestros tres maestros se han decantado siempre por la valoración del papel que desempeña el tiempo como el factor esencial para explicar la evolución de las sociedades y sus contradicciones. Si en 'En defensa de la Historia', Valdeón llevó a cabo una de las más sólidas reflexiones que se han hecho al respecto, la labor archivística de Represa le situó en una posición de observador y analista privilegiado con la meticulosidad propia de quien conoce como nadie el valor de lo que se trae entre manos, del mismo modo que la obra de Delibes rezuma sensibilidad y rigor para describir magistralmente, como hace en 'El hereje' y puntualmente en muchas de sus obras, el peso del pasado en la construcción de las mentalidades, en la formación de las personas y sus formas de expresión o en la individualización de las posturas de las gentes ante la vida y el paisaje que las rodea.
Y, por último, el mensaje que nos legan es ante todo leal con el espacio con el que durante toda su vida se sintieron identificados. En ellos son coincidentes la fidelidad y el afán por descifrar, con la calidad que procura la sinceridad de sus percepciones, esos códigos que clarifican el sentido de los procesos que marcan la relación entre la sociedad y sus escenarios de pertenencia y afinidad más inmediatos. Su mérito consistió en saber valorar lo que tenían cerca para lograr transmitirlo lejos. No hay localismos en su tarea sino perspectiva universalizadora de un saber y de unos conocimientos que acreditaron a Castilla y León con la fuerza que aporta la abundancia de elementos, circunstancias y particularidades que encierra esta región. En ningún caso se trató de una tarea fácil ni fue el resultado de un empeño voluntarista. Fue el balance de un proyecto labrado a lo largo de una vida motivada por el deseo de contribuir con lo mejor de sí mismos al descubrimiento de la evolución y de las características de una tierra compleja con el sentido de la responsabilidad que emana de un verdadero compromiso ético e intelectual con ella.
El norte de castilla
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