sábado, 23 de enero de 2010

San Vicente en Amayuelas (CIFU)

Hoy empiezan las fiestas del pueblo de Amayuelas de Abajo, en Palencia, cerca de San Cebrián de Campos, que a diferencia de muchos otros se ha convertido en una especie de 'aldea gala' que como la de Astérix, mantiene la bandera en alto de lo genuino e irreductible, por eso quiero dedicarles este pregón.
A veces, con el tiempo, nos vamos convirtiendo en gente más pausada y comprensiva. Pero no siempre es así, y como sabéis, hay sobrados ejemplos de personas a las que el tiempo, en vez de convertirlas en más sabias, las convierte en más diablas.
Es difícil en estos tiempos inciertos encontrarse con un ejemplo de lucha y utopía llevado a la práctica como lo es el pueblo de Amayuelas, que le salió rebelde a los cantos de sirena que cantaba la emigración y la despoblación del entorno rural. La factura del mal llamado 'desarrollo' se ha llevado por delante las tierras, las escuelas, las voces por las calles, las esperanzas, las lágrimas y las sonrisas de bandadas de personas que, como los pájaros, se tuvieron que ir a buscar el grano hacia un sol que supuestamente calentaba más y mejor, aunque dejase un agujero de angustia en el corazón, la pérdida de una raíz que ya no iba a tener más agua que beber.
Por eso, el hecho de encontrar un pueblo en torno al calor de los frutos cosechados por la resistencia, es una de esas victorias que lejos de ser anónimas, alimentan la hoguera de la resistencia ajena, mucho más lejos de lo que imaginan las fronteras de Amayuelas, si es que acaso las tuviera.
Contra todo pronóstico, para quienes daban por ganada esta guerra, las ganas y el esfuerzo de hacer de nuestro entorno un lugar humano y digno se han convertido aquí en el milagro de la perseverancia que con su mano ha hecho a machamartillo una realidad distinta y nueva que, respetando lo antiguo y haciéndolo si cabe más grande, han conseguido la permanencia en su entorno a su modo y manera. Así que no me queda otra que dar las gracias a sus habitantes por su esfuerzo y por su esperanza, de parte de las muchas gentes que desde la distancia más cercana, disfrutamos del calor de su hoguera. Ojalá sepamos todos ser leña para seguir alimentándola y que desde la resistencia, siga ardiendo. La vida orgánica que buscamos nos lo agradecerá.

Jesús Cifuentes - el norte de castilla-

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