Entrevista a Joan David Tàbara, Sociólogo ambiental e investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autonoma de Barcelona
Usted es seguramente uno de los sociólogos ambientales más reputados, ¿todavía tiene que justificar su "disciplina"?
Afortunadamente, cada vez más gente entiende que los problemas ambientales son problemas sociales. El medio ambiente en sí no tiene problemas sino que los problemas son de las personas. Los humanos los crean, los sufren y pueden o no encontrar soluciones.
¿Para un sociólogo, sea ambiental o no, son más importantes los fenómenos reales o la percepción de la sociedad de estos fenómenos?
Ambas cosas son importantes. De lo que se trata es crear una perspectiva interdisciplinaria e integrada. No podemos entender la realidad en profundidad de los problemas que nos afectan sin comprender su percepción. Por tanto, es necesario crear grupos interdisciplinarios que tengan en cuenta los motivos, los valores, las creencias de la gente, así como los efectos reales de estos constructos sociales sobre nuestra realidad.
En esta perspectiva en la que la percepción es tan importante como el fenómeno en sí, cómo explica que el año 2007 fuera el año del cambio climático, y un año y medio después, prácticamente lo hayamos olvidado...
La comunicación ambiental siempre tiene ciclos, los ciclos de la atención pública. Las noticias nacen, se desarrollan y mueren. Por tanto, es difícil de mantener un grado prolongado de atención sobre elementos que son más bien procesos que sucesos. La clave de la comunicación ambiental por una parte es crear interés por los fenómenos -sólo se puede llegar al público si está interesado-, dar claves para la intervención activa del público en la generación de información y conocimiento, y por otro lado, dar opciones concretas para transformar prácticas cotidianas para vivir mejor.
A menudo habla que debemos aprender continuamente. ¿Los medios de comunicación generalistas han aprendido a explicar los problemas ambientales?
La gran tragedia de los medios de comunicación es que sirven muy poco para tratar estos fenómenos. Responden a intereses, marcos interpretativos y objetivos totalmente diferentes, por no decir contrapuestos, a la conservación ambiental y la sostenibilidad. El drama es que deben crear entretenimiento y seguramente actúan como la orquesta del Titanic, que tocaba el violín mientras se hundía el barco. Los medios de comunicación actuales nos distraen cuando lo que necesitamos de manera más urgente es concentrarnos.
¿La crisis, que ahora copa las portadas de los diarios como meses atrás había hecho el cambio climático, afecta a las políticas climáticas?
La afectación de la crisis financiera puede ser ambigua e incluso en direcciones contrarias. Por un lado, en esta situación el cambio climático se convierte en una oportunidad para desarrollar nuevas tecnologías y nuevas oportunidades de negocio. Algunos incluso hablan de cambio de paradigma, o cuando menos, de modelo productivo. Evidentemente yo estaría de acuerdo, pero eso en realidad es muy difícil a corto plazo. No obstante, es cierto que se desarrollan oportunidades de investigación, cooperación internacional y se empiezan a debatir nuevas formas de organización social y así empezar a hacer cosas un poco diferentes, para resituarse en un patrón de desarrollo más sostenible.
Pero por otro, crea una situación de incertidumbre que por ejemplo en el caso de los mecanismos de flexibilidad puede tener efectos negativos. Los mercados necesitan conocer la evolución del precio de la tonelada de dióxido de carbono, y que esta evolución sea estable en el tiempo. Con una situación como la actual de descenso del precio de la tonelada de CO2 secuestrada algunas inversiones que se quieran realizar en tecnologías limpias, para contaminar menos, quedan paradas.
Con todo, no creo que la crisis amenace las políticas de cambio climático sino todo lo contrario, ya que el cambio climático es el principal sector económico ambiental del mundo y quizás una de las principales cartas para enderezar la situación actual, tal y como ha afirmado la Unión Europea.
Pero si los estados europeos que hace un año y medio se mostraban dispuestos a encabezar la lucha contra el cambio climático ahora se dedican a salvar bancos o el sector de la automoción, ¿las políticas ambientales no quedarán afectadas?
Es muy difícil de decir. Evidentemente el sistema financiero es el esqueleto del sistema económico y si no funciona afecta a todos los mercados, entre ellos el ambiental. Por lo tanto es importante restaurar la confianza en su funcionamiento "normal". Otra cosa es cómo se haga. Cabe preguntarse si los estados invierten en los sectores convenientes, por ejemplo el caso del Plan Vive, que supone una aportación del Estado de más de 1.000 euros para la compra de un coche nuevo. Me parecería un crimen que la gente se comprara un coche de alta cilindrada con mi dinero para "salvar" la economía. Hay que introducir los criterios ambientales y de sostenibilidad en la reforma estructural del sistema financiero. Habría que reconducir todo el sistema de inversiones, de créditos, tributario y internalizar los costes en el sistema de precios.
¿Kyoto ha fracasado o nació cojo?
El protocolo de Kyoto tuvo como principal objetivo reunir una serie de países para que empezaran a "jugar", no realizar grandes reducciones. "El éxito" fue crear un marco general en el que los diversos actores estuvieran dispuestos a participar. La gran aportación fue considerar el cambio climático como una oportunidad de negocio ya que hasta ese momento sólo se tenía en cuenta la perspectiva de la amenaza al desarrollo. Se trata de un proceso de reencuadre de la situación que permitió a diversos actores entrar en el tablero de juego.
Esto no quiere decir que haya un sinfín de elementos que hacen Kyoto muy criticable, como el reparto inequidades de las reducciones; unos mecanismos de flexibilidad basados en sumideros inestables en el tiempo; grandes actores fuera del protocolo o el peligro de exportar emisiones hacia países fuera del protocolo. Entiendo que muchas de estas deficiencias se abordarán en las próximas negociaciones.
¿Copenhague es la esperanza?
Hay sentimientos contrapuestos. Por un lado existe una cierta esperanza, entre otros, porque la amenaza cada vez es más evidente, pero al mismo tiempo hay que tener en cuenta la existencia de presiones de todo tipo, incluyendo los grupos de presión contrarios a la política climática que no podemos subestimar, y menos en tiempos de crisis e incertidumbre.
¿El post-Kyoto puede ser un escenario más complejo?
Necesariamente lo será, pero no sabemos la forma final que tomará. Una de las posibilidades que se apunta es la de una arquitectura o sistema más fragmentado, evidentemente con una cierta coordinación, pero principalmente de carácter policéntrico y en el que diversos acuerdos entre un número limitado de países traten diferentes partes del problema (adaptación o mitigación) en foros distintos.
¿Y esta arquitectura, que rompe con el actual modelo de gran acuerdo multilateral, no puede generar un escenario de mucha voluntad, poca obligación... y a la hora de la verdad poca reducción?
No, porque la coordinación seguirá existiendo. Justamente se permitirá la incorporación de nuevos actores que hoy por hoy están fuera de las políticas climáticas, algunos de ellos grandes productores, pero también las instituciones locales y regionales que seguro deben jugar un papel clave.
Así, ¿el mundo local tendrá un mayor peso?
Sí, esta mayor complejidad lo favorecerá. Asimismo en un contexto donde la adaptación toma más importancia, como que no existe un marco internacional, será imprescindible la participación de los agentes locales y regionales. La adaptación es siempre un proceso que requiere un enfoque "de abajo a arriba", y entiendo que en el futuro la adaptación se integrará con la mitigación.
¿En Cataluña se han hecho los deberes en el reto del cambio climático?
Creo que todavía no, aunque podemos decir que hemos empezado. Las acciones son pero aún tímidas y reactivas, y a remolque de las obligaciones estatales. A mi parecer, aún no hay una política propia activa que entienda el cambio climático como una verdadera oportunidad de desarrollo sostenible. Sería necesario que como país nos pusiéramos objetivos de reducciones ambiciosos, del orden del 50-60% de cara al 2050.
¿Copenhague puede suponer introducir nuevos criterios?
Se podrían aplicar nuevos elementos a la hora de distribuir las responsabilidades climáticas. Ahora sólo se tienen en cuenta las emisiones de 1990, pero hay estados como Brasil que abogan para evaluar las emisiones acumuladas a lo largo de la industrialización. Evidentemente los grandes actores no quieren ni oír hablar de esto... Hay muchos otros criterios que se ponen sobre la mesa como las emisiones per cápita o por renta. Todo ello daría una distribución de cargas muy diferente al actual.
Usted ha participado en el proyecto de investigación europeo Adaptation and Mitigación Strategies for Europe (ADAM). ¿Qué puede aportar la investigación desde la sociología ambiental en estas iniciativas?
Uno de los temas fundamentales que se plantean es estudiar las posibilidades reales de transformación de los agentes, la clave para la transición social. La adaptación y la mitigación dependen de una serie de elementos de carácter social. Por ejemplo, cómo se percibe el cambio climático, cómo podemos desarrollar los incentivos adecuados para motivar a la gente que participe; cómo dar recursos y abrir oportunidades para las transformaciones de prácticas concretas de manera individual, y sobre todo, cómo se pueden reformar las instituciones para afrontar estos riesgos y oportunidades a largo plazo. Hay que tener claras estas cuestiones para adaptarnos al cambio climático así como mitigar sus efectos.
¿Es posible el objetivo de que la temperatura sólo aumente 2 ºC?
Cada vez más voces expertas que afirman que no... En todo caso, lo que pase con el cambio climático ya no dependerá del destino -como se pensaba tan sólo hace unas décadas- sino precisamente de cómo se desarrollen las negociaciones en Copenhague. Yo creo que será muy difícil, pero en el fondo, como todas las cosas de la vida, dependerá de la voluntad de los agentes.
Arnau Urgell - www.sostenible.cat
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