miércoles, 2 de junio de 2010

LA CARPA MÁGICA (CIFU)

Pero bueno, después de lo que les conté en otra columna anterior acerca de las absurdas colas del TAC, el teatro llegó y como siempre, envuelve esta ciudad en una aureola mágica que la transforma, que nos desplaza mágicamente a otros territorios inexplorados de nuestra conciencia, de otros mundos posibles.
Hace dos martes tuve el privilegio de asistir en las moreras al espectáculo que el grupo “Baro d’evel CIRK Cie” nos mostró en su carpita circense para 250 personas llamado “Sort du dedans”, y no me queda otra que decirles que hacía tiempo que algo tan impredecible como es el circo contemporáneo me calaba tan hondo, me transportaba a un imaginario tan insondable como si fuera la mismísima Alicia en el país de las maravillas. Ya solo entrar al recinto era como caerse en el pozo en el que ella se calló: una suerte de puertas sonoras con cortinas de tubos que iban haciéndote pasar por un masaje de sonidos orgánicos, haciendo de la entrada un pozo que hacía del pequeño espacio de la carpa un lugar infinito en el que, con la aparición de los actores se acabaron las barreras.
Todo empezó aderezado de una música interpretada magistralmente por los acordes de un contrabajo de la mano de Thibaud Soulas, que parecía ser el corazón del espectáculo. A esos acordes se añadieron paulatinamente las melodías asombrosas de una cantante, Camille Decourtye, que además buscaba de forma constante el encuentro de la complicidad en la danza y en los equilibrios imposibles con Blai Mateu Trias, manantial permanente de movimiento y sonido que hacía de su cuerpo un instrumento imposible de catalogar salvo que estaba poseído por el don de la belleza, la risa y la utopía.
Y el cuarto actor que removía el asombro, era un caballo hispanoárabe llamado “Bonito”, que era de color canela con calcetines blancos en las cuatro patas, y que se convirtió en un elfo que nos hablaba de lo mágico que puede ser el mundo, si somos capaces de darle la vuelta a las apariencias y mirar cara a cara a la realidad con otros ojos diferentes a los que nos han inoculado para mirar la vida.
Por un rato la ciudad se vuelve un poco cíngara. Los pañuelos de colores y el tintineo de los cascabeles, los pies descalzos y las caravanas aparcadas como edificios que huyen de la burbuja inmobiliaria nos provocan la envidia de un mundo paralelo que habla otro lenguaje, y que se acerca al nuestro, a este aderezado de horarios e hipocresías, para regalarnos la magia y la conciencia de otras posibilidades, a las que desde nuestro lado tenemos un pánico atroz.
Pues eso. Quiero agradecer desde aquí a esos personajes increíbles, que desde su caravana titiritera nos devuelvan un sentido tan profundo a esta vida tan desgastada.

Jesús H. Cifuentes - el norte de castilla-

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