Los principales responsables de la industria aeronáutica concuerdan en que no hay un plan alternativo al uso de los biocombustibles y que son la única solución a la imperante necesidad de reducir las emisiones de C02.
"No hay otra alternativa que no sea los biocombustibles, dado que la electricidad no es viable, ni tampoco la energía eólica", afirmó hoy Paul Steele, director ejecutivo del Grupo de Acción del Transporte Aéreo (ATAG).
"No tenemos un plan B. Si queremos reducir las emisiones en los valores que se nos pide, no queda más alternativa que desarrollar los biocombustibles de segunda y tercera generación, sin ellos no lo lograremos", agregó Dan Elwell, vicepresidente del Consejo Coordinador de Asociaciones de la Industria Aérea (ICCAIA).
Ambos ejecutivos hicieron sus declaraciones en la rueda de prensa posterior a la clausura de la cuarta cumbre de la Aviación y el Medio Ambiente que ha tenido lugar durante dos días en Ginebra.
La cumbre la organizaron conjuntamente los principales responsables de la industria de la aviación -constructores, empresas, aeropuertos, y gestores- en su intento por colaborar en la lucha contra el cambio climático.
En la reunión del año pasado toda las partes se comprometieron en una declaración conjunta a acelerar las medidas para mitigar su impacto en el medio ambiente y el objetivo de este año era evaluar cómo se está aplicando este compromiso.
Según Steele, la industria "está en el camino correcto", pero debe seguir avanzando para cumplir sus objetivos y uno de ellos es el uso real y efectivo de los biocombustibles.
"Tenemos que lograr que a nivel técnico funcionen, algo que ya se ha probado a pequeña escala, que sean sostenibles y, posteriormente, tenemos que encontrar su viabilidad comercial, y debemos que acelerar este proceso".
Para ello, según Steele, se necesitan inversiones, sobre todo en investigación y desarrollo, para que los combustibles alternativos se conviertan en algo cotidiano.
Asimismo, todas las instituciones presentes en la cumbre reiteraron su oposición, a su entender, excesivos impuestos, que les impiden invertir en el área de la investigación para la eficiencia ambiental.
Según el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) la industria aeronáutica es responsable del 2 por ciento de la emisiones globales de dióxido de carbono.
Anualmente, la industria aeronáutica emite 680 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, el 95 por ciento de las cuales producidas por 43 países.
No obstante, lo anterior, durante la Cumbre se han mostrado avances, como que las emisiones de dióxido de carbono producidas por la industria aeronáutica caerán en el 2009 un 7,8 por ciento con respecto al año anterior.
El cálculo lo anunció la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) cuyo presidente, Giovanni Bisgnani, explicó que esta reducción se debe en un 6 por ciento a la caída de la capacidad producida por la crisis económica mundial, y en un 1,8 por ciento a "la aplicación de los compromisos que la industria asumió hace exactamente un año".
Asimismo, durante el foro se tomaron varias decisiones globales que pretenden llevar a la práctica los objetivos medioambientales de la industria.
Uno de ellos fue la firma de un acuerdo por el cual 100 aeropuertos europeos lograrán una reducción de sus emisiones de 500.000 toneladas anuales gracias a la aplicación de un tipo de aterrizaje que permite al avión posar de forma suave en vez de la típicamente abrupta maniobra de tomar tierra.
Con este mecanismo, no sólo se reduce el consumo de combustible entre 50 y 150 kilos por un trayecto medio, sino que disminuye las emisiones de CO2 en una media de entre 160 y 470 kilos por vuelo.
Asimismo, otro de los acuerdos alcanzados es la paulatina aplicación del sistema PBN (Performance-based Navigation, en sus siglas en inglés) que establece una serie de requisitos para hacer más eficiente la navegación de las aeronaves, desde la modificación de las maniobras en tierra, hasta la ordenación del tráfico a través del satélite, lo que permite que las rutas entre dos puntos se acorten, así como mejor eficiencia en los despegues y los aterrizajes.
La IATA estima que si hubiera una aplicación amplia del PBN podrían reducirse las emisiones de CO2 en 13 millones de toneladas por año.
flickr - efe - www.finanzas.com
"No hay otra alternativa que no sea los biocombustibles, dado que la electricidad no es viable, ni tampoco la energía eólica", afirmó hoy Paul Steele, director ejecutivo del Grupo de Acción del Transporte Aéreo (ATAG).
"No tenemos un plan B. Si queremos reducir las emisiones en los valores que se nos pide, no queda más alternativa que desarrollar los biocombustibles de segunda y tercera generación, sin ellos no lo lograremos", agregó Dan Elwell, vicepresidente del Consejo Coordinador de Asociaciones de la Industria Aérea (ICCAIA).
Ambos ejecutivos hicieron sus declaraciones en la rueda de prensa posterior a la clausura de la cuarta cumbre de la Aviación y el Medio Ambiente que ha tenido lugar durante dos días en Ginebra.
La cumbre la organizaron conjuntamente los principales responsables de la industria de la aviación -constructores, empresas, aeropuertos, y gestores- en su intento por colaborar en la lucha contra el cambio climático.
En la reunión del año pasado toda las partes se comprometieron en una declaración conjunta a acelerar las medidas para mitigar su impacto en el medio ambiente y el objetivo de este año era evaluar cómo se está aplicando este compromiso.
Según Steele, la industria "está en el camino correcto", pero debe seguir avanzando para cumplir sus objetivos y uno de ellos es el uso real y efectivo de los biocombustibles.
"Tenemos que lograr que a nivel técnico funcionen, algo que ya se ha probado a pequeña escala, que sean sostenibles y, posteriormente, tenemos que encontrar su viabilidad comercial, y debemos que acelerar este proceso".
Para ello, según Steele, se necesitan inversiones, sobre todo en investigación y desarrollo, para que los combustibles alternativos se conviertan en algo cotidiano.
Asimismo, todas las instituciones presentes en la cumbre reiteraron su oposición, a su entender, excesivos impuestos, que les impiden invertir en el área de la investigación para la eficiencia ambiental.
Según el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) la industria aeronáutica es responsable del 2 por ciento de la emisiones globales de dióxido de carbono.
Anualmente, la industria aeronáutica emite 680 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, el 95 por ciento de las cuales producidas por 43 países.
No obstante, lo anterior, durante la Cumbre se han mostrado avances, como que las emisiones de dióxido de carbono producidas por la industria aeronáutica caerán en el 2009 un 7,8 por ciento con respecto al año anterior.
El cálculo lo anunció la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA) cuyo presidente, Giovanni Bisgnani, explicó que esta reducción se debe en un 6 por ciento a la caída de la capacidad producida por la crisis económica mundial, y en un 1,8 por ciento a "la aplicación de los compromisos que la industria asumió hace exactamente un año".
Asimismo, durante el foro se tomaron varias decisiones globales que pretenden llevar a la práctica los objetivos medioambientales de la industria.
Uno de ellos fue la firma de un acuerdo por el cual 100 aeropuertos europeos lograrán una reducción de sus emisiones de 500.000 toneladas anuales gracias a la aplicación de un tipo de aterrizaje que permite al avión posar de forma suave en vez de la típicamente abrupta maniobra de tomar tierra.
Con este mecanismo, no sólo se reduce el consumo de combustible entre 50 y 150 kilos por un trayecto medio, sino que disminuye las emisiones de CO2 en una media de entre 160 y 470 kilos por vuelo.
Asimismo, otro de los acuerdos alcanzados es la paulatina aplicación del sistema PBN (Performance-based Navigation, en sus siglas en inglés) que establece una serie de requisitos para hacer más eficiente la navegación de las aeronaves, desde la modificación de las maniobras en tierra, hasta la ordenación del tráfico a través del satélite, lo que permite que las rutas entre dos puntos se acorten, así como mejor eficiencia en los despegues y los aterrizajes.
La IATA estima que si hubiera una aplicación amplia del PBN podrían reducirse las emisiones de CO2 en 13 millones de toneladas por año.
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